La transmisión de escritos económicos en España: el ejemplo de la Erudición política de Teodoro Ventura Argumosa Gándara (1743)

José Miguel Delgado Barrado
Universidad de Jaén

Introducción. De traducciones, plagios, copias... en el siglo XVIII.

1. Las traducciones, en especial durante la segunda mitad del siglo ilustrado, han sido una de las vías de circulación y divulgación de la literatura político-económica de la Europa del siglo XVIII más estudiadas. Sin embargo, las traducciones presentan algunos problemas prácticos que, en algunos casos, han facilitado ciertos equívocos, relacionados con la cronología de la transmisión del pensamiento en Europa y la originalidad de las ideas económicas en España. Dentro de estos contenidos han pasado más desapercibidos otros medios de circulación y transmisión de las obras de literatura económica, concretamente los plagios y copias manuscritas, aunque podríamos señalar también la labor de viajeros, espías, embajadores, salones de lectura, cafés, etc. Estas vías son, en todo caso, elementos alternativos, paralelos o complementarios a las traducciones y que, lógicamente, también fueron utilizados como medios de difusión, rescate y conservación de las obras literarias en el siglo XVIII.
El concepto ‘plagio’, aunque teóricamente es fácil definirlo, “copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias”, en la práctica, es decir, señalar a un autor como plagiario, es más complejo. Este concepto está relacionado con ‘adaptar’, que es “modificar una obra... para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinado o darle una forma diferente de la original”[1]. En el Diccionario de Autoridades no aparece el concepto ‘plagio’ aunque si ‘adaptación’[2]. Sin embargo, en el siglo XVIII era un término bien conocido, gracias a la influencia de obras como la de Daniello Bartoli publicada en 1646[3], cuyos ejemplos se prolongan hasta las reflexiones de François Marie Arouet (Voltaire) en el Diccionario Filosófico de 1785[4]. Incluso hubo escritores españoles preocupados por los plagios y sus peculiaridades como, por ejemplo, José Cadalso y Melchor Gaspar de Jovellanos[5].
En definitiva, el plagio dependiendo del grado, más próximo a la adaptación que a los robos literarios o hurtos, no fue siempre un concepto peyorativo y se justificó en numerosas ocasiones. Bien es cierto que el plagio ‘positivo’ fue, evidentemente, el menos frecuente. Por otro lado, las copias manuscritas de memoriales y discursos fueron generalizadas a lo largo de todo el siglo XVIII. El manuscrito frente al impreso fue la vía más utilizada por muchos de los documentos que pasaban de secretarías a ministerios, de covachuelas a despachos, del autor a la recopilación miscelánea de las obras, con distintos fines y objetivos, entre los que destaca la formación de corpus documentales para facilitar información a ministerios, realizar grandes obras de interés científico, como historias generales o particulares de España, Indias, etc., muy frecuentes en la época. Un rasgo común fue la mirada al pasado nacional brindada por el arbitrismo del siglo XVII para reconstruir, ahora en pleno siglo XVIII y bajo otra dinastía, el presente y garantizar el futuro de la Monarquía. Lógicamente, no podemos olvidar los problemas derivados de la copia manuscrita, muchos relacionados con la ausencia del nombre del autor o fecha de redacción del original, del origen de la copia, quién fue el copista, porqué se realizó la copia, etc. Ya han sido estudiados algunos ejemplos de estas vías de transmisión, como son los casos de Marcelo Dantini y José de Carvajal y Lancáster[6].

El ‘plagio’ en España

2. Son mayoría los casos de plagios literarios en Europa y España durante la segunda mitad del siglo XVIII[7]. Menos conocidos son los plagios durante la primera mitad del siglo ilustrado. A pesar de ello conocemos los posibles plagios entre escritores españoles. Algunos han sido aclarados, como los de Jerónimo de Uztáriz y Marqués de Santa Cruz de Marcenado; otros siguen debatiéndose, aunque casi todo haya sido dicho, como los de José de Campillo y Bernardo Ward[8]. Hay también ejemplos de plagios de obras extranjeras realizados por escritores españoles. El caso más reciente, pero sólo para los aspectos religiosos, es la obra de Pablo de Olavide titulada El Evangelio en Triunfo, impresa en 1798[9]. Un ejemplo significativo y menos conocido, bien de plagio o adaptación -de ello hablaremos más adelante-, ha sido la obra de Teodoro Ventura Argumosa Gándara Erudición política publicada en Madrid en 1743[10]. De esta obra no sólo me interesa señalar el hecho plagiario, ya apuntado por Baras Escolá, sino establecer algunas hipótesis de por qué plagió, qué plagió, a quién plagió, etc. Es decir, reflexionar más sobre los motivos del plagio y todas sus vertientes, y menos de la descripción e identificación de los textos plagiados y la elaboración de listas comparadas de contenidos por capítulos, párrafos y líneas, aunque éstas sean precisas y muy útiles.

Aproximación al estudio de la Erudición política de Argumosa. Un breve perfil biográfico del escritor

3. La vida de Teodoro Ventura Argumosa Gándara (Santander, 1711-Guadalajara, 1774), señor de Campen, está vinculada al servicio de la Monarquía en tiempos de Felipe V y Fernando VI[11]. En 1729, a los dieciocho años, comienza su periplo por el extranjero, recorriendo Francia, Flandes y Holanda, en esta última pasó tres años (1729-1732), mientras recorrió Inglaterra, parte de Alemania y Norte de Europa. Regresó a España y al año retornó, recorriendo la parte de Francia no visitada, de nuevo a Holanda, donde se detuvo los años 1734-1735 “estudiando” las fábricas de paños de Leiden. De regreso a España, llegó a la Corte en 1736, aprovechó el paso por Francia para visitar las fábricas de Abbeville y Beuf. El resultado de toda esta experiencia fue un buen conocimiento de “las máximas de su gobierno político, civil y comerciante, y el régimen y disposición de sus fábricas”, del idioma holandés, inglés y alemán, y la lectura “de exquisitos libros y papeles”[12].
La muerte de su protector José Patiño en 1736, a los ocho días de su llegada a Madrid, frenó momentáneamente la promoción de Argumosa en la Corte de Felipe V. Hasta entonces sólo era caballerizo de campo de Felipe V y veedor de guerra en la costa de Granada. En esta coyuntura publicó la traducción del libro de Pierre Massuet[13]. La traducción de 1738 sufrió un retraso de dos años en editarse, un dilatado proceso si contamos que la aparición del original fue en 1736, precisamente cuando Argumosa se encontraba en Francia. Argumosa no señaló en el aviso “Al lector” cuáles fueron los motivos del retraso, pero podemos comprender que estuvieron originados por los cambios ministeriales y sus repercusiones en la trayectoria profesional del traductor. Durante el ministerio de José del Campillo y Cossío (1741-1743) parece que Argumosa recuperó la estima política de sus superiores. La oferta del ministro fue, según cuenta el propio interesado, la dirección de la fábrica de paños de Guadalajara. A este fin redactó un memorial sobre la correcta dirección de estas manufacturas y el proyecto de formar una compañía privilegiada. Poco después, en 1743, y una vez fallecido Campillo, publicaría la Erudición política. Bien por estos trabajos, o bien por otros motivos que se nos escapan, a partir de 1745 la situación profesional de Argumosa se regularizó. En este año fue comisionado por la Real Fábrica de Guadalajara para viajar por Europa, en labor de inspección y contratación de operarios. El mismo año fue nombrado gobernador del Real Sitio de San Fernando, director de sus fábricas y, en 1750, superintendente de la Fábrica de Guadalajara, cargo que ocupó hasta 1757, cuando la fábrica pasó a formar parte de los Cinco Gremios Mayores de Madrid. En 1767, ya como Intendente de Guadalajara, fue nombrado de nuevo director de la Fábrica de Paños, una vez desligada de los Cinco Gremios.

La publicación de la Erudición política.

4. Dos elementos precipitaron los afanes de Argumosa por agradar al ministro Campillo: el interés de éste por los temas manufactureros y la alabanza pública de sus memoriales. Así fue como poco después envió un proyecto para imprimir unos discursos que, según él, “los tenía casi olvidados”, dando a entender que el trabajo se había realizado tiempo atrás. Estos discursos pasaron manuscritos a manos de Campillo para su valoración y, si procedía, su aprobación. El ministro alabó de nuevo públicamente los trabajos de Argumosa, pero no se los devolvió ni dictó informe, y la copia corrió manuscrita por las secretarías y covachuelas. La temprana e inesperada muerte de Campillo, un elemento de clara inestabilidad profesional para Argumosa, precipitó la decisión de publicarlos y perder su condición ‘clandestina’, como él mismo señaló en la “advertencia” al lector. Efectivamente, estos discursos fueron publicados en 1743, poco después de la muerte de Campillo, y titulados Erudición política. Argumosa dedicó estos discursos al rey Felipe V -a quien elogió como “juez”, “madurez de juicio”, “integridad”, “rectitud”, etc.-, por mediación de la Junta de Comercio y Moneda, presidida hasta abril de 1743 por José del Campillo, como gobernador del Consejo de Hacienda, y que poco después, el 23 de abril del mismo año, presidió el Marqués de la Ensenada, hasta que en 1746 pasó anodinamente a José de Carvajal[14]. Si observamos las fechas de las licencias de la Erudición política podemos comprobar que abarcan desde el 3 de mayo, con la aprobación de don José Martínez como abogado de los reales consejos, hasta el 25 de septiembre de 1743, que corresponde a la licencia del inquisidor ordinario don Miguel Gómez de Escobar. Este hecho confirma que el libro está publicado durante el ministerio de Ensenada; que su aparición pudo ser un gesto interesado de Argumosa hacia el nuevo ministro; y que pudo ser una forma indirecta de justificar su publicación.

Los motivos reales de la publicación

5. La respuesta a esta cuestión es tan compleja como extensa por la combinación de un buen número de factores. Los viajes por Europa, y concretamente por Francia, pusieron en contacto a Argumosa con las principales obras de economía política de la época. Esta experiencia estuvo al servicio del cursus honorum de la carrera burocrática del cántabro. El retraso de la traducción de la obra de Massuet demuestra que la transmisión de las obras extranjeras en España, utilizando la vía clásica de la traducción autorizada, requerían más esfuerzo y tiempo que en Europa, donde la obra se había traducido en alemán, inglés e italiano al poco tiempo de publicarse. No era extraño que Argumosa señalase en el aviso “Al lector” de la traducción de Massuet que “causábame dolor ver que... no habrá entre tanto literato de que abunda nuestra España, quien quisiese servir a la Patria, eternizando por medio de la prensa la inmortal fama...”. Sin embargo, Argumosa había aprendido dos principios de la experiencia de 1738: el primero, que si traducir una obra suponía muchos esfuerzos y penalidades que retrasaban su publicación, podría optar por la apropiación de la misma (“Resuelto ya a la obra [se refiere a la traducción de Massuet], fue mi primer pensamiento hacerme autor de ella...”); y segundo, ante los obstáculos de los críticos (“que es sospechosa para ellos cualquiera verdad en boca de un Patricio...”), podría utilizar sin tapujos la salvaguarda de los autores extranjeros (“a quien por muchas causas no se pudiese juzgar cogido con la red de la pasión o el interés...”)[15].
Con estas máximas comprendemos mejor el margen tan estrecho entre la traducción y el plagio. Precisamente fue la aplicación de esto último lo que realizó en la siguiente oportunidad, y explica la aparición de la Erudición. La coyuntura política también favoreció este tipo de actuación. Los sucesivos cambios ministeriales, pensemos que entre 1736-1743 hubo al menos cuatro grandes cambios ministeriales protagonizados por Patiño, Verdes, Campillo y Ensenada, fueron elementos inestables en la carrera administrativa de Argumosa. Efectivamente, Argumosa consiguió desde 1741 el respaldo político de José de Campillo mediante la redacción de memoriales y proyectos. En 1743, cuando Argumosa estaba recogiendo los primeros resultados de sus esfuerzos, el ministro falleció. Todo el trabajo realizado hasta entonces quedó sin respaldo. Seguramente el material estuvo compuesto por la traducción de diversos capítulos de obras extranjeras, dada su faceta de traductor con la obra de Massuet, más algunas reflexiones personales sobre asuntos manufactureros y hacendísticos, que habían sido elaborados para informar a Campillo de las posibilidades de adaptar los modelos de reforma económica europea a la realidad española. Todo este material era ‘clandestino’, como el propio Argumosa había reconocido en la “Advertencia” de la Erudición política, porque la mayoría de los discursos eran conocidos en la Europa de la época. Los borradores de las obras extranjeras traducidas no habían pasado las aprobaciones pertinentes y algunos proyectos de reforma respondieron a los intereses actuales de la Monarquía y, lógicamente, eran materia reservada.

6. Sin embargo, los motivos argumentados para la publicación de estos materiales fueron falsos e interesados. El argumento principal fue que los discursos manuscritos enviados a Campillo, cuyo borrador original se extravió con la muerte del ministro, podían convertirse en objeto de plagio[16]. Posiblemente sería más correcto señalar que Argumosa aprovechó el cambio ministerial para publicar estos materiales, propios y ajenos, para ganar la confianza del nuevo ministro, a la sazón el marqués de la Ensenada, como demuestran las fechas de las licencias. El escritor debía preocuparse por su situación económica, realmente incierta, pero también atender a la situación política, de la que dependía su futuro inmediato en la Corte. La jugada le salió bien, aunque el resultado llegó por un camino distinto al esperado. En 1745, dos años después de la publicación de la Erudición política, fue comisionado por la fábrica de paños de Guadalajara para viajar por Europa y, posteriormente, fue nombrado gobernador del Real Sitio de San Fernando. La promoción de Argumosa fue auspiciada por el presidente de la Junta de Comercio y Moneda, el marqués de la Ensenada, que poco tiempo después ocupó José de Carvajal y Lancáster, más tarde ministro de Estado de Fernando VI. Desde entonces Ensenada y Carvajal se enfrentaron en numerosas ocasiones por el control de las manufacturas[17]. Argumosa, que había obtenido los primeros favores de Ensenada, pasó a formar parte de las hechuras, o de la protección, de José de Carvajal en 1750. En el fondo el enfrentamiento entre Ensenada y Carvajal no sólo fue por el control de la dirección de las manufacturas reales, sino por la viabilidad de estos sistemas en la España de mediados del siglo XVIII. Ensenada procuró disminuir los privilegios manufactureros de las compañías y condicionar sus resultados, enfrentándolas a la libre concurrencia y, en definitiva, a unos mercados más competitivos. Argumosa optó por Carvajal y garantizar, de esta manera, su futuro profesional al frente de las manufacturas estatales.

De escritor y traductor a plagiario? Contenidos e ideas: plagios y discursos originales

7. De las anteriores hipótesis, y del título de este epígrafe, se desprende que hubo plagio. Y así fue, pero no hubo sólo una obra plagiada, como hasta ahora se había señalado, sino dos. Me explico. En 1786 Lorenzo Normante y Carcavilla, traductor de la obra de Jean-François Melon titulada Essai politique sur le commerce (1734), advirtió que ésta obra había sido plagiada por varios escritores modernos[18]. Hasta fechas muy recientes, y gracias al trabajo de Fernando Baras Escolá, no se había demostrado realmente la conexión entre la obra de Argumosa y la de Melon, es decir, que la primera era un plagio parcial de la segunda[19]. En este trabajo Baras Escolá estudia con detenimiento la comparación entre la Erudición y el Essai, para aclarar cuantos párrafos no tradujo, cuántos plagió, cuántas ideas son originales y cuántas dudosas. El resultado es que el 51% del libro de Argumosa es plagio del Essai de Melon. Baras señala que algunos de los textos plagiados por Argumosa, por ejemplo sobre el lujo, los “empobrece intelectualmente”; además, sobre lo no plagiado: “dejó sin traducir cuanto atentaba contra el orden político-religioso de la monarquía española, y que omitió otros párrafos para aligerar el libro de ilustraciones y citas de la historia de Francia, temeroso acaso de atraer las sospechas de plagio”. El resto son discursos garantizados de ser originales (los números VI y XVI), que tratan sobre las manufacturas y la Real Hacienda, y uno dudoso (el V, sobre compañías privilegiadas).
Pero existe un segundo plagio. Baras Escolá planteó serias dudas sobre la originalidad del V discurso dedicado a la descripción e historia de las principales compañías privilegiadas de comercio, concretamente se trata de la “Relación histórica cronológica de todas las compañías de comercio europeas”. Por nuestra parte podemos confirmar que este discurso es un plagio parcial, o adaptación, de la obra francesa de Jacques Savary des Bruslons titulada Dictionnaire Universel de Commerce (Amsterdam, 1726), y concretamente del epígrafe dedicado a las compañías privilegiadas (Compagnie) [20]. Plagio de Savary con parecidas características al de Melon, si bien observamos cierta precipitación en la copia del impreso, ya que aparecen junto a copias íntegras de los artículos, otras que alternan la copia con la glosa, en algunas ocasiones muy ajustados en el contenido y casi desvirtuados. Sin ánimo de ser exhaustivos podemos señalar, por su interés, algunos rasgos peculiares de este plagio menos conocido. En la mayoría de las compañías no aparecen las descripciones dedicadas a los capítulos de privilegios otorgados por las monarquías o repúblicas; la evolución de la compañía en el tiempo; el funcionamiento ordinario de la compañía; tampoco incluye documentos relacionados con algunos extractos de libros contables, número y estado de conservación de los navíos, el tratado íntegro del asiento de negros entre España e Inglaterra de 1713, etc. Tampoco aparecen las compañías de Suecia, de Ostende, de Navíos, Cabo Verde, de Canadá y de Santo Domingo. Prestó poca atención a las compañías escocesas y resume, casi hasta la mínima expresión, las compañías del Mar del Sur, Bahía de Hudson, Acadia, Levante, y otras tantas. Las pocas que amplia, por ejemplo las compañías dinamarquesas de Islandia y Oriental, se debe a que Savary complementa la información remitiendo al lector a otra entrada del diccionario, en este caso sobre el comercio de Dinamarca, y que Argumosa también añadió.

¿Por qué Argumosa utilizó el plagió en la Erudición política?

8. Evidentemente las respuestas a esta pregunta son hipótesis de trabajo. Cuando Argumosa decide imprimir la Erudición política en 1743 llevaba en España desde 1736, siete años. Había traducido a Pierre Massuet, con el retraso señalado de dos años desde 1736 a 1738, y era evidente el pesimismo de Argumosa por la lentitud de las traducciones en España. Pienso que el trabajo de traductor no se limitó a esta obra y que lo ejerció, con mayor o menor dedicación y fortuna, durante estos años, gracias al material recopilado durante los viajes por Europa. Posiblemente entre otras obras pensase traducir el Essai de Melon, de reciente aparición en Francia (1734) y de rápida divulgación (reimpresa en 1736 y 1742). El año 1736 fue la fecha de la primera reimpresión del trabajo de Melon, pero también del regreso de Argumosa a España. El desánimo por la lentitud española de las traducciones autorizadas y las reiteradas reimpresiones francesas del Essai, en especial la de 1742, pudieron influir en el abandono del proyecto editorial. La coyuntura de 1743 estuvo marcada por dos factores. Primero, por el interés de Campillo por unos “discursos” manuscritos que Argumosa le había entregado, y que tal vez pudieran estar formados por el borrador de la traducción de Melón, más otros materiales misceláneos; y poco después, segunda doble coyuntura, por la muerte de Campillo y el ascenso a la presidencia de la Junta de Comercio y Moneda de Ensenada. Ambos elementos pudieron precipitar la decisión de imprimir este trabajo no como traducción, sino como una mezcla entre plagios parciales de obras y algunos proyectos originales de reforma. Por último, cuando Baras Escolá estudió el plagio de la obra de Melon, donde Argumosa -según Escolá- intentó ocultar su condición de plagiario, señaló los errores de traducción, en concreto la aparición de galicismos. Estos galicismos están justificados en la advertencia “Al lector” de la traducción ‘legal’ de la obra de Massuet: “Bien sé que habrá muchos que notarán en este libro algunas expresiones francesas, que llaman Galicismos. Es cierto, que por mas que se alambiquen los pensamientos concebidos en un idioma, se ha de rastrear su lengua en que se concibieron...”[21]. Los mismos errores que aparecen en la traducción siguen apareciendo en las obras plagiadas. Así, pero con distintos propósitos, utilizó unos mismos métodos lingüísticos. En el fondo, insistimos una vez más, en la estrecha relación entre traducción, adaptación y plagio.

¿Por qué plagió a Savary y Melon?

9. Ya hemos señalado los motivos de la publicación de la “Erudición política”, la coyuntura política que propició su publicación, la ventaja de copiar escritos económicos extranjeros y los principales contenidos de la obra. Precisamente los contenidos fueron los verdaderos protagonistas de la Erudición política y explican, en buena medida, la elección de los escritores plagiados. Partimos de la hipótesis que aproximadamente el 90% de la obra de Argumosa fue plagio de Melon y Savary, ambos escritores franceses. Lógicamente pueden establecerse al menos dos explicaciones. Una, la más evidente, es la estrecha relación de Argumosa con Francia, los continuos viajes y el conocimiento de la lengua francesa, aunque también viajó por Alemania y Holanda. La otra, más ideológica e intelectual, hace referencia a que Argumosa elige el modelo francés, frente a otros modelos europeos, como el más adecuado para adaptarlo a España. Este pensamiento aparece nítidamente cuando presenta las compañías privilegiadas francesas en el último lugar de la descripción de las principales compañías europeas. El motivo no es otro que elegir el modelo francés para aplicarlo en los proyectos de compañías privilegiadas en España:

He dejado estas [las compañías privilegiadas francesas] para las últimas, no porque en realidad tengan este lugar entre todas las demás, sino porque siendo este reino el que más de todos, por su vecindad, se nos parece en costumbres, gobierno e inclinación de sus naturales, me ha parecido nos podrá servir de mayor ejemplo y estímulo, y aún de convencer a aquellos que creen por imposible la formación y progresos de las compañías en un gobierno monárquico como el nuestro, viendo que en Francia lo han conseguido con las mismas circunstancias de gobierno y con menos fundamentos y motivos de los que nosotros tenemos[22].

Lógicamente la defensa del modelo francés fue a través de escritores franceses. Melon fue el escritor más apropiado para defender el proyecto global de reforma aplicado a la realidad de la Monarquía española. Argumosa eliminó aquellos contenidos más específicos y concretos del caso francés, o dónde Melon demostró ser más original, como en los temas relacionados con las monedas y el lujo, para fijarse en los grandes y clásicos temas de reforma, principalmente comercial, el ‘cajón de sastre’ del proyectismo. El objetivo final fue, según Argumosa, lograr “una útil invención de un floreciente comercio, adaptados al sistema en que se halla esta vasta Monarquía”.

10. Si el eje de la Erudición política era el comercio, la referencia a Savary fue obligada. Savary había elaborado en 1726 un manual para políticos y comerciantes, el Dictionnaire Universel de Commerce, y en él había descrito las principales compañías privilegiadas europeas de comercio. En ello había una doble intencionalidad. Por un lado, Argumosa defendió estos modelos políticos para justificar sus dos proyectos de compañías para España[23]. Por otro lado, el debate sobre las compañías privilegiadas estuvo abierto en la Europa del siglo XVIII y, más intensamente, en España. La guerra hispano-inglesa de 1739 recuperó de nuevo la discusión sobre la viabilidad de estas compañías, como un instrumento político y económico muy ventajoso, eso si, complementario al sistema de la Carrera de Indias. La polémica amenazó continuar por lo menos hasta la finalización de las hostilidades en 1748. Sin embargo, fue un debate estructural de tal envergadura, entre otras razones gracias al fomento estatal de estas formaciones, que se prolongó a lo largo de todo el siglo, aunque con diferente intensidad según las coyunturas. Por lo tanto, el momento era propicio para la propuesta de este tipo de proyectos; y Argumosa aprovechó muy bien la coyuntura política en su beneficio. Pocos años después, en 1749, el marqués de la Ensenada solicitó de varios personajes vinculados al Estado, entre ellos el duque de Sotomayor, embajador en Lisboa, la recopilación de toda información relacionada con la historia de las compañías privilegiadas. Sotomayor, Felix Fernando Masones de Lima, utilizó la obra de Savary como principal referencia (en esta ocasión el autor aparece citado en el texto) de su informe. Es un ejemplo más de que Savary fue un escritor de consulta obligada para comprender la política comercial de los Estados europeos a mediados del siglo XVIII[24].

Conclusiones... a modo de resumen

11. Argumosa plagió buena parte de la obra de Melón y la relación histórica de las compañías privilegiadas de Savary. El computo total del plagio pudo alcanzar aproximadamente el 90% de la Erudición política. El plagio, sin convertirnos en críticos o defensores de la ética de Argumosa, si fue ocultado, incluso retocado para pasar desapercibido, también nació como resultado de una coyuntura política concreta y con un claro objetivo: facilitar a la Monarquía un modelo extranjero de reforma adaptado a la realidad y necesidades de la España de la mitad del siglo XVIII. Francia, y concretamente el absolutismo francés, había sido y seguía siendo el modelo elegido por España para defender la mayoría de los proyectos de reforma, a pesar de los fuertes vientos provenientes de Holanda e Inglaterra. El plagio se realizó de obras impresas extranjeras y no traducidas al castellano en España, por lo que se aproximó más al concepto de adaptación, dónde se valoraba el doble componente de la difusión de las ideas fuera de su ámbito natural (“para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinado...”) y la inclusión de nuevos capítulos (“ [para]... darle una forma diferente de la original...). Y, sobre todo, el plagio era fruto de la necesidad profesional de Argumosa para afianzarse políticamente al vaivén del poder de los ministros, ora Patiño, ora Campillo, más tarde en el binomio Ensenada-Carvajal.

Bibliografía

Note

 [1] Ambos conceptos en el Diccionario de Español de María Moliner en cualquiera de sus diversas ediciones. Este trabajo está incluido dentro del proyecto de investigación Las elites urbanas en la Andalucía Moderna. Familia, Riqueza, Poder y Cultura, PB98-1021, dirigido por el profesor José Manuel de Bernardo Ares en la Universidad de Córdoba.
[2] Diccionario de Autoridades, edición facsímil, Madrid, Gredos, III voll., 1979.
[3] D. Bartoli, Dell’huomo di lettere difeso et emendato, Venezia, Giunti e Baba, 1646. Bartoli señaló que había muchas formas de apropiarse del trabajo ajeno, pero que apoyarse en la obra de los demás para ir más lejos no era malo. La obra de Bartoli fue traducida al español en 1678 por Gaspar Sanz como El hombre de letras, y reeditado en 1744 y 1786.
[4] F. M. Arouet de Voltaire, Diccionario filosófico, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, II voll., 1995. Cfr. ivi, vol. II, p. 452: “El verdadero plagio consiste en publicar como nuestras las obras de otros; en coser en ellas trozos largos de un buen libro, cambiando algunas palabras...”. El sostenimiento de esta práctica estaba relacionada con la falta de independencia económica de los autores y, nosotros también apuntaríamos, por su excesiva dependencia política.
[5] J. Cadalso (1741-1782) en sus Cartas Marruecas clasificaba a los escritores en cuatro grupos. El segundo grupo son los que se dedican a “lo que les mandan escribir...”, y dónde se podría incluir a los plagiarios, que podría traer como consecuencia que una vez publicada la obra “... se muere o se aparta el que se lo mandó y entra a sucederle uno de sistema opuesto, suele encontrar castigo en lugar de recompensa...”. M. G. de Jovellanos (1744-1811) en El delincuente honrado se encargó de revalorizar algunas de las obras plagiadas, sobre todo las impresas, diferenciándolas de las manuscritas: “... cuando los escritos se han hecho comunes por medio de la prensa, a nadie se ofende en reproducirlos y multiplicarlos; y quien lo hace para mejorarlos, más que reprensión, es digno de agradecimiento...” (cfr. la “Advertencia” al El delincuente honrado).
[6] J. M. Delgado Barrado, Fomento portuario y compañías privilegiadas: los “Diálogos familiares” de Marcelo Dantini (1741-1748), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1998; Id., José de Carvajal y Lancáster. Testamento político o idea de un gobierno católico (1745), Córdoba, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Córdoba, 1999; Id., El proyecto político de Carvajal. Pensamiento y reforma en tiempos de Fernando VI, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001.
[7] Voltaire, Oeuvres complètes de Voltaire. Dictionnaire Philosophique, [Paris ?], Impr. de la Société littéraire-typographique, vol. VI, 1785, p. 321: “... Le plus singulier de tous les plagiats est peut-étre celui du père Barre, auteur d’une grande histoire d’Allemagne en dix volumes...”. Voltaire se encargó de señalar algunos plagios literarios de la segunda mitad del siglo XVIII. La referencia corresponde a una de las primeras ediciones en francés del Diccionario, ya que las modernas reediciones, al menos las consultadas en español, omiten introducir o bien el concepto ‘plagio o la parte correspondiente a estos ejemplos plagiarios.
[8] J.L. Castellano Castellano, Bernardo Ward. Proyecto económico, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1982; M. Ballesteros Gaibrois, José del Campillo y Cossío. Nuevo sistema de gobierno económico para América..., Oviedo, Grupo Editorial Asturiano, 1993.
[9] G. Dufour, Pablo de Olavide. Cartas de Mariano a Antonio. El programa ilustrado de “El Evangelio en Triunfo”, Aix-la-Provence, Université de Aix-la-Provence, 1997.
[10] T. V. Argumosa Gándara, Erudición política; despertador sobre el comercio, agricultura y manufacturas, con avisos de buena política y aumento del Real Erario. Madrid, s. e., 1743.
[11] Los datos biográficos están localizados en la nota preliminar de la Erudición. Un perfil biográfico en L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de pensamiento económico en España (1500-1812), Madrid, Editorial Síntesis, 2000, p. 36.
[12] Argumosa Gándara, Erudición política, f. 18v.
[13] P. Massuet, Histoire de la guerre présente, Amsterdam, 1736, y publicada en español bajo el título de Historia de la última guerra, Madrid, III voll., 1738.
[14] Los cambios en la presidencia de la Junta de Comercio y Moneda pueden comprobarse en J. M. Francisco Olmos, Los miembros del Consejo de Hacienda (1722-1838) y organismos económico-monetarios, Madrid, Castellum, 1997.
[15] Ambas citas están localizadas en el aviso “Al lector” de la traducción de Massuet.
[16] La circulación de las ideas es un fenómeno más complejo que lo que hasta aquí hemos analizado. Los instrumentos más conocidos como las traducciones, libros impresos, copias autorizadas, etc., son sólo algunas de las soluciones a la transmisión manuscrita de las ideas, sean estas políticas, económicas, estéticas, etc., anteriores a la divulgación oficial del texto. Un ejemplo muy significativo es la obra de Ignacio de Luzán La poética, o reglas de la poesía en general, y de sus principales especies. Madrid, Imprenta de D. Antonio de Sancha, 1789; cfr. la edición a cargo de R. P. Sebold, Textos Hispánicos Modernos (XXXIV), Barcelona, Editorial Labor, 1977, p. 9, donde el autor señalaba en el prólogo al lector que “Había resuelto, lector mío, no cansarme ni cansarte con la pesadez de un prólogo..., pero, habiendo entreoído, aun antes de acabar la impresión, no sé qué voces, que, o me imputan lo que no digo o me trastruecan mis proposiciones, de modo que las desconozco yo mismo...”. Agradezco esta referencia al profesor José Checa Beltrán del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid.
[17] A. González Enciso, “El Real Sitio de San Fernando y sus fábricas textiles en el siglo XVIII”, AA. VV., Jornadas sobre el Real Sitio de San Fernando y la Industria en el siglo XVIII, Madrid, Ayuntamiento de San Fernando de Henares, 1997; del mismo autor, pero para el caso de las fábricas de Guadalajara, cfr. Estado e Industria en el siglo XVIII: la fábrica de Guadalajara, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980.
[18] L. Normante y Carcavilla, Espíritu del Señor Melón en su Ensayo político sobre el comercio [1786], edición a cargo de Antonio Peiró Arroyo, Biblioteca de economistas aragoneses, I, Zaragoza, Diputación General de Aragón, Departamento de Cultura y Educación, 1984.
[19] F. Baras Escolá, “La Erudición política de Teodoro Ventura Argumosa Gándara: un plagio del siglo XVIII... y algo más”, Revista Mágina - Universidad Nacional de Educación a Distancia de Jaén (en prensa). En la tesis de Jesús Astigarraga aparece ya apuntada esta hipótesis.
[20] J. Savary des Bruslons, Dictionnaire Universel de Commerce, Amsterdam, chez les Jansons, II voll., 1726. El epígrafe dedicado a las compañías (Compagnie) comprende las páginas 1336-1423 del diccionario.
[21] El texto citado está localizado en el aviso “Al lector” de la traducción de Massuet.
[22] Argumosa Gándara, Erudición política, f. 143. No debemos olvidar que Argumosa, según Baras Escolá, varió el contenido y orden de algunos capítulos de la obra de Melon, tal vez para ocultar su condición de plagiario.
[23] Los modelos fueron dos compañías regionales de comercio privilegiado. Véase M. García Ruipérez, “El pensamiento económico ilustrado y las compañías de comercio”, Revista de Historia Económica - Centro de Estudios Constitucionales, IV, 3, 1986, pp. 521-548.
[24] F. F. Masones de Lima, duque de Sotomayor, Observaciones sobre las compañías privilegiadas, 1749.