1. Aunque las quejas planteadas hace casi tres décadas por K. E. Carpenter[1]
respecto a la imposibilidad de analizar adecuadamente el papel de las traducciones
en la migración de las ideas económicas hayan dejado de ser razonables,
a la luz del creciente interés que viene suscitando el estudio de la
circulación internacional del pensamiento económico, aún
existen importantes rémoras de cara a realizar una valoración
objetiva de la naturaleza de esa circulación internacional, más
allá de la necesidad de justificar la trascendencia de este tipo de investigaciones
para una reconstrucción correcta de la historia intelectual europea.
En el caso concreto de la Ilustración española, tanto la general
deriva ‘francocentrista’ con la que se han interpretado tradicionalmente
las Luces europeas, como la particular impronta que dejaron en los años
cincuenta y sesenta del siglo pasado los hispanistas franceses en la rehabilitación
de la historia intelectual del siglo XVIII español, han impedido que
la indudable mejora historiográfica experimentada en las últimas
décadas haya encontrado reflejo en el estudio de los flujos de ideas
provenientes de espacios culturales considerados, no siempre de manera convincente,
en la periferia europea; tampoco ha ayudado a superar esta situación
el peso de las diferentes tradiciones historiográficas locales, con sus
poco sutiles intereses políticos y culturales o, en el peor de los casos,
prejuicios nacionalistas. Lo cierto es que, como resultado de esta correlación
de fuerzas, aunque hoy resulte relativamente bien conocida la fructífera
etapa que en orden a la difusión de los conocimientos económicos
a través de la traducción supuso la llegada en 1759 de Carlos
III a la corona de España[2],
en cambio, aún permanece pendiente de actualización el balance
que F. Venturi[3]
realizó hace cuatro décadas acerca de las relaciones intelectuales
entre Italia y España durante el siglo de la Ilustración. Por
tanto, parece conveniente volver a abrir nuestros oídos al "Dialogue
in Political Economy" que, en su momento, comenzaron a analizar Carpenter o
Venturi y, además, hacerlo con el fin preciso de escuchar ‘otros’
diálogos económicos que se entablaron en el curso del siglo XVIII,
por ejemplo, aquellos cuyos interlocutores eran súbditos de la que G.
Galasso denominaba la ‘otra’ Europa.
Este trabajo versa sobre el proceso de migración de ideas económicas
desde Nápoles a España. Su hilo argumental es el estudio de las
traducciones españolas de tres representantes señeros de la escuela
ilustrada napolitana, A. Genovesi, F. Galiani y G. Filangieri[4].
Aun siendo conscientes de las limitaciones propias de este tipo de trabajos,
en suma, en palabras de R. Pasta[5], del riesgo
que supone identificar la historia de la cultura "con la de sus medios de transmisión
y reproducción social", esta investigación está concebida
desde el reconocimiento de la importancia del estudio de las traducciones en
la medición de la "extent of cross-cultural transfer". Ahora bien, desde
ese mismo reconocimiento, parece conveniente comenzar a completar los análisis
más usuales de orientación macro-intelectual, destinados a catalogar
las traducciones y a descubrir las corrientes doctrinales que gracias a ellas
lograron atravesar las fronteras de los países, con otros de dimensión
micro-intelectual. Teniendo presente el complejo sistema de elementos que entran
en juego en la realización de una traducción (traductores, editores,
sociedades académicas, lectores, etc.), el "amplio mundo de la traducción"
puede ser también observado desde el prisma, más modesto, pero
no menos fructífero, de que "cada traducción representa en sí
misma un mundo".
2. Si alguna nota caracteriza la llegada a España de la obra de Genovesi,
es su marcada fisonomía docente. Los escritos del napolitano, siempre
destacados por su gran “impegno pedagogico”[6],
desempeñaron un papel pionero en la modernización de los estudios
universitarios durante el reinado de Carlos III, en particular, a partir de
1767-1771, cuando, una vez consumada la expulsión de los jesuitas y planteados
diversos proyectos críticos con la estructura escolástica universitaria
vigente por ilustrados del prestigio de G. Mayans o P. de Olavide, el Consejo
de Castilla dio inicio a las reformas asimilables al perfil de ilustradas (reforma
de los colegios mayores e introducción de disciplinas “útiles”,
de nuevos textos docentes y de nuevos planes de estudios)[7].
La recepción hispánica de Genovesi debe interpretarse en el contexto
de la disputa que, teniendo como marco esas reformas, mantuvieron los sectores
universitarios renovadores y conservadores. Esto alude al conjunto de su obra,
es decir, a la elaborada antes y después de 1753-1754, cuando se consumó
el tránsito desde el Genovesi metafisico, profesor desde 1741
de metafísica y ética, al Genovesi mercatante, responsable
desde 1754 de la dirección de la Cattedra di Commercio e Meccanica
de Nápoles y autor de diversos traducciones y textos de contenido
económico[8] y, por encima de todos, de
las Lezioni di Commercio (1765-1767). De esta manera, el caso español
vendría a subrayar el acierto de aquellas interpretaciones que han analizado
su obra empleando una óptica unitaria -si bien, también evolutiva-,
sin apreciar fracturas insalvables entre su pensamiento filosófico y
económico[9], junto a las que han destacado
la trascendencia del inicial proceso de renovación cultural y científico
en las futuras batallas de reforma en los terrenos político y económico.
En Nápoles ese proceso fue alentado desde el cuarto decenio del Setecientos
y, en el caso particular de Genovesi, desde posiciones ‘empiristas’
deudoras de la cultura anglo-holandesa ‘post-lockiana’ y ‘post-newtoniana’,
que asignaban a las ciencias y las artes el papel central de fuerzas motrices
de la historia)[10].
Un primer texto clave en la renovación de los programas universitarios
españoles fue la versión de los
3. La llegada a España de las Lezioni se materializó en
un terreno muy próximo al que estaba acogiendo al Genovesi metafisico.
Una primera prueba de esa recepción se halla en el Real Seminario de
Nobles de Madrid, un centro modélico de lo que fueron las reformas educativas
de los estudios de grado medio (entre la escuela y la universidad). Su Cátedra
de Filosofía Moral y Derecho Público la ostentaba a finales de
la década de los años setenta J. de Danvila, un ilustrado valenciano,
formado en filosofía y doctor en jurisprudencia y derecho canónico
por la universidad de Valencia, que, con el tiempo, llegará a ser miembro
de la Sociedad Matritense y la Academia de la Historia. En 1779 publicó
unas Lecciones de Economía Civil[15],
valoradas como el primer manual español orientado a la docencia de la
economía política. Estas Lecciones han sido consideradas
corrientemente, a partir de los estudios de F. Etapé y S. Lanzuelai[16]
, un texto inspirado - hasta la naturaleza casi del plagio - en el Essai
sur la nature du commerce en général (1755) de R. Cantillon;
sin embargo, más recientemente, P. Cervera ha mostrado que esa influencia,
aún existiendo indudablemente, coexistió con otras dos, las de
Le Commerce et le Gouvernement considérés relativement l´un
à l´autre (1776) de E. Condillac y las Lezioni de Genovesi,
siendo estas últimas el libro inspirador principal[17]
. Aunque Danvila ni siquiera llegara a mencionar al napolitano, en línea
con éste, pergeñaba una estrategia económica de intenso
tono agrarista: si bien asumiendo el papel positivo de las artes “secundarias”,
la iniciativa del desarrollo debía recaer sobre un sector agrario más
moderno y comercializado, en el que la clave radicaba en la generación
de producto sobrante. El reflejo de las Lezioni resultaba también
especialmente evidente en cuestiones como el concepto de interdependencia económica,
la clasificación de las clases sociales, la división en artes
primarias y secundarias, la circulación y la distribución del
producto sobrante, el lujo y la teoría monetaria, temas todos ellos que
fueron enseñados en los cursos de filosofía moral que Danvila
impartía en el Seminario de Nobles madrileño.
Mientras esto ocurría en Madrid, en Zaragoza se consumaba en 1784, bajo
la iniciativa de la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País,
la creación de la Cátedra de Economía Civil y Comercio,
la primera destinada a la enseñanza de la economía de la historia
de España[18]
. Su fundación suponía un espaldarazo a la amplia corriente de
ilustrados españoles que venía reclamando una enseñanza
económica reglada. Esta exigencia, sin duda también reflejo del
reciente proceso internacional de creación de cátedras de esa
disciplina - las numerosas cátedras de inspiración cameralista
surgidas en el espacio germánico, las cinco fundadas en Italia o la efímera
experiencia educativa promovida en Francia por los fisiócratas -, se
intensificó durante los años setenta y ochenta, de la mano de
Peñaflorida, Arriquíbar, Campomanes, Jovellanos y de otros insignes
ilustrados de ese tiempo[19]
. Concretamente, en España eran conocidas las experiencias de dos centros
pioneros en la enseñanza de ciencias camerales (Upsala y Viena), así
como las italianas de orientación doctrinal más plural fundadas
en Milán, Módena y Nápoles. Sin embargo, el modelo escogido
en Zaragoza fue el de esta última. La propuesta que la Sociedad Aragonesa
elevó a la aprobación gubernamental en 1784[20]
era tan precisa como establecer una enseñanza económica "a imitación
de la que ... regentó en Nápoles el célebre Antonio Genovesi"[21]
; es decir, se trataba de reeditar en suelo español lo que Carlo di
Borbone había consentido en Nápoles treinta años antes
al toscano napoletanizzato B. Intieri. Por su parte, el gobierno admitió
la fundación de la Cátedra, si bien en el respeto a un marco muy
preciso. Aquélla poseía un carácter experimental, con la
mirada puesta en la posibilidad de generalizar la experiencia de Zaragoza al
resto de sociedades económicas - o, en su caso, a los consulados de comercio[22]
-, además de un marcado carácter oficial, presente no sólo
en la concesión de la dirección de la Cátedra a la Sociedad
Aragonesa, sino en el control por parte del gobierno del contenido de las enseñanzas
y del nombramiento del catedrático, cuestiones que quedaron bajo la responsabilidad
de Floridablanca, Secretario de Estado.
4. La Cátedra de Zaragoza se forjó siguiendo el modelo genovesiano
de la Cattedra di Commercio e
Meccanica de Nápoles. Fue un centro público, gratuito, con enseñanza
en lengua vernácula y ajeno a la estructura universitaria; no obstante,
su funcionamiento se ajustaba a ésta para facilitar la asistencia de
los alumnos regulares. Su patrocinio financiero era privado y su orientación
educativa se planteó abierta a todo el espectro social - caballeros,
nobles y comerciantes -, si bien especialmente destinada a los alumnos de leyes
y a los futuros funcionarios (principalmente, los de Hacienda Pública),
debido a lo cual su programa educativo se coordinó con el de otras dos
Cátedras, fundadas en 1785 también por la propia Sociedad Aragonesa,
de Filosofía Moral y de Derecho Público. En el proyecto original
la Cátedra de Economía Civil y Comercio se erigía en un
importante centro de creación y de difusión de los conocimientos
económicos, a través de la formación de una "gran biblioteca
de escritores económicos" y el desarrollo de un ambicioso programa de
traducciones económicas. Aunque esta segunda vertiente no se avanzó
según los planes previstos, entre 1784 y 1789 miembros de la Sociedad
tradujeron textos de Carli, Condillac, Casaux, Griselini, Melon, Filangieri
y Genovesi, autores de orientación plural en términos doctrinales
y geográficos, si bien bajo el predominio de la economía política
italiana[23].
Se trató, en la mayoría de los casos, de traducciones realizadas
bajo la forma de la recensión o el extracto, para facilitar así
su uso docente. En cualquier caso, el fruto principal de este esfuerzo se materializó
en relación con las Lezioni
de Genovesi, que fue fuente de tres de los principales escritos elaborados al
amparo de la Cátedra y sirvió de guía de las enseñanzas,
al menos durante los casi veinte años en que fueron dirigidas por Lorenzo
Normante.
Normante era un joven abogado cuando asumió la responsabilidad de la
Cátedra. Nacido en Berdún (Huesca), había estudiado leyes
en las universidades de Zaragoza y Huesca, alcanzando el doctorado en jurisprudencia
canónica. Después de intentar en varias ocasiones ingresar como
docente en la universidad de Zaragoza, fue nombrado secretario de la Academia
Jurídico-Práctica de esta ciudad. Ostentaba este cargo cuando
asumió la Cátedra de la Sociedad Aragonesa. Una vez designado
por ésta para elaborar un manual de economía, publicó su
primer trabajo en 1784, bajo el título de Discurso sobre las utilidades
de los conocimientos económicos-políticos, leído en
la sesión inaugural de la Cátedra. Éste consistía
en una argumentada defensa de la utilidad de la economía política
y en una legitimación de su institucionalización docente. Es indudable
que Normante conocía bien la obra del “inmortal” Genovesi[24]:
su Discurso evocaba la "Introducción" de las Lezioni y,
acaso también, el Discorso sopra il vero fine delle lettere e delle
science[25]; además, ponía
de relieve un conocimiento, mostrado a veces con detalle, de la Cattedra
Interiana de Nápoles. Por su parte, el numeroso conjunto de autores
extranjeros citados en su texto (Mirabeau, Hume, Coyer, Griselini, Goudar, Mun,
Savary, Temple, Thomas, Forbonnais, Muratori y Bacon, entre otros) era perfectamente
compatible con el contenido de las Lezioni. También resulta muy
destacable que empleara la traducción de J. Cary realizada por Pedro
Genovesi y anotada por su hermano Antonio - la Storia del commercio della
Gran Bretagna, en general, se conoció poco en España -, que
pareciera conocer los Elementi del commercio de éste (su curso
docente de 1757-8) y, por último, que mencionara a L. A. Verney, principal
introductor de Genovesi en Portugal; razón por la cual su Discurso
se debe inscribir en el proceso más amplio de recepción ibérica
de los escritos del ilustrado napolitano. Por su parte, las fuentes españolas
del mismo - Campomanes, Sancho de Moncada o Álvarez Osorio - se presentaban
como referentes, a veces muy lejanos, en defensa de la conveniencia de incorporar
los conocimientos económicos al sistema educativo.
5. El segundo texto de Normante para la Cátedra, fruto del primer curso
académico, las Proposiciones de Economía Civil y Comercio
[26], de 1785, constituía una versión fragmentaria y sintética
de las Lezioni: resumía 9 de los 35 capítulos de la obra.
Éstos eran presentados bajo la forma de “cuadernos” - así
los llamaba Normante - o “apuntes” para su uso entre los alumnos.
Su naturaleza ‘oficial’ la pone de relieve el hecho de que fuera
impreso por orden de Floridablanca. Su indiscutible procedencia genovesiana
se presentaba unida a otros rasgos de interés. Por un lado, Normante
no sólo discrepaba de las Lezioni en cuestiones como la concreción
de las clases "productivas", las causas de la despoblación y el tratamiento
del lujo, sino que incorporaba a sus Proposiciones un capítulo
nuevo sobre Policía[27]
, cuyo origen se hallaba, con toda probabilidad, en las Institutions Politiques
(1761-1762) de Bielfeld. Por otro, incluía numerosas referencias, siempre
aprobatorias, a la obra de Campomanes, relativas a la industria popular, los
gremios, el lujo y la utilidad de las sociedades económicas en materias
económicas y educativas. Algo similar hacía con las reformas auspiciadas
por los gobiernos de Carlos III. En este caso, sus elogios se extendían
a la liberalización del mercado del grano y del comercio colonial y a
la política de estabilidad monetaria, si bien, siguiendo la tradición
económica aragonesa, también planteaba discrepancias a esas reformas
en el ámbito de la fiscalidad (crítica de las rentas provinciales
y apoyo a la implantación de la Contribución Única)[28]
. Por último, también aportaba numerosas informaciones concretas
referidas a las economías española y aragonesa y a sus mermadas
posibilidades de crecimiento económico[29]
.
El segundo responsable de la introducción en Aragón y en España
de las Lezioni fue V. de Villava, precisamente el autor de la traducción
española de la obra[30]
. Villava, formado en leyes en la universidad de Huesca, había obtenido
en ella en 1777 la Cátedra de Código, que ostentaría durante
10 años - durante el bienio 1785-1786 compaginándola con el cargo
de Rector -, antes de emigrar a Hispanoamérica como funcionario en materias
jurídicas (fue designado Oidor en la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia).
Lejos de tratarse de un encargo de la Sociedad Aragonesa, su traducción
de las Lezioni se debió a su propia iniciativa, si bien, sin duda,
contando con el interés de Floridablanca de que en España se dispusiera
de un curso completo de economía política escogido "entre los
mejores autores italianos, franceses e ingleses"[31]
. En realidad, Villava consideraba la obra de Genovesi poco innovadora: "en
efecto, la mayor parte de sus principios y máximas son de fundición
ajena, y por lo común de molde inglés"[32]
; pero, al mismo tiempo, encontraba en la obra tres grandes valores que justificaban
la realización de una traducción: la enorme aceptación
que había tenido en Italia y en las "demás naciones"; su claridad
expositiva, lo cual la convertía en muy apropiada para el alumnado joven;
y, por último, la más que previsible fácil aplicación
de su contenido al caso español. El modelo de su versión fue la
segunda edición de las Lezioni, notablemente corregida y aumentada,
publicada póstumamente en 1769. Su propósito no fue realizar una
traducción literal de la misma: a pesar de que tradujo todos los capítulos
del original, respetando su orden primigenio, y de que su trabajo fue, en general,
respetuoso con el original, detectó algunas cuestiones en las que las
"decisiones del autor ... pasaban la raya". Por este y otros motivos, incorporó
a su traducción sesenta páginas, que reunían un total de
ciento cuarenta y seis "notas del traductor"[33]
, a través de las cuales Villava trataba de rectificar "preocupaciones",
"inexactitudes" y "yerros" hallados en el texto original, así como de
acomodar éste a la realidad española.
6. Esas "notas del traductor" constituyeron el valor añadido principal
de la traducción. Sus finalidades eran las siguientes: a) Introducir
matizaciones destinadas a resolver aspectos formales de la obra, a explicar
la dificultad de traducir determinados conceptos, a ilustrar acontecimientos
históricos y a corregir cálculos. b) Aportar nuevas referencias
acerca de las leyes políticas y penales, siguiendo a C. Beccaria, Ch.
L. Montesquieu y, en menor medida, a G. Filangieri y M. de Lardizábal,
introductor en España de la obra de Beccaria. c) Actualizar las fuentes
de la obra de Genovesi, algo lógico si tenemos presente que ésta
tenía veinte años de antigüedad cuando Villava realizó
su traducción. Esta actualización representa una buena guía
de las ideas económicas que circulaban en la España de ese tiempo
y siguió, por lo general, un talante informativo; respondió a
alguno de estos tres casos: la mera mención puntual de nuevas fuentes
(G. Th. Raynal, E. Condillac, C. Helvecio y J. Accarias de Serionne); el juicio
positivo y la invitación a la lectura (J. Necker, G. Filangieri y F.
Galiani); alusiones más extensas y detalladas (el caso más importante
era una extensa nota en la que Villava traducía una de las versiones
de las Maximes fisiócratas). d) Acomodar el discurso de Genovesi
a las realidades española y aragonesa (Villava entendía que éste
no las conocía suficientemente). A este respecto, existieron tres fuentes
principales: con relación a la tradición económica española,
eran numerosos los autores mencionados de los siglos XVII (Navarrete, Moncada,
Osorio, etc.) y XVIII (Ward, Danvila, etc.); no obstante, resultaba más
llamativo la introducción de abundantes referencias de la obra de Campomanes
(Villava también lo hacía con las de Uztáriz y Ulloa, pero
estas dos últimas ya eran conocidas por Genovesi); respecto a la realidad
aragonesa, predominaban las alusiones a los informes elaborados por las Cortes
de Aragón del siglo XVII, entre ellos, y principalmente, los del arcediano
J. Dormer; por último, también existían referencias aisladas
a experiencias reformistas de países diversos (Francia, Rusia o los estados
italianos). A medida que Villava describía esas realidades, iba mostrando
su apoyo a las medidas reformadoras amparadas por Carlos III con relación
al fomento industrial, la liberalización comercial, la lucha contra la
mendicidad, la generalización de la educación primaria o la fundación
de sociedades económicas, sugiriendo otras posibles líneas de
reforma.
Una mención aparte merece la discusión, y en su caso corrección,
de las “equivocaciones puramente políticas" halladas en las Lezioni
[34]
. Se referían éstas a cinco cuestiones: a) Las "manos muertas",
fideicomisos y mayorazgos[35]
. La posición de Villava era más moderada que la de Genovesi:
aun aceptando que la vinculación de la tierra creaba efectos económicos
perniciosos, consideraba que era útil en un "gobierno monárquico";
de ahí que planteara un conjunto de justificaciones económicas
y jurídicas en defensa de la legitimidad social de la nobleza hereditaria
y de su derecho a conservar mayorazgos y vínculos, llegando a defender
que este tipo de tierras eran más productivas que las de régimen
libre. En suma, aunque sin llegar a eliminar este sistema de propiedad, era
partidario de una regulación más estricta del mismo, estableciendo
un número máximo de tierras vinculadas por persona, cuya decisión
debía recaer en el Soberano. b) El lujo. Villava llegaba a acusar a Genovesi
de hacer apología del lujo y, en cambio, de falta de concreción
sobre la manera de contener el "lujo perjudicial", siendo, por ello, partidario
de la práctica de políticas antisuntuarias más estrictas
que las planteadas en las Lezioni [36]
. c) La educación. La pautas establecidas por el napolitano eran consideradas
"extremadas" por el aragonés[37]
. d) Las formas de gobierno. Villava realizaba una defensa sin fisuras del gobierno
monárquico y de la posibilidad de hacerlo compatible con el espíritu
de comercio[38]
; con el fin de reforzar sus argumentos, incorporaba a su traducción
un apéndice sobre las formas de gobierno inspirado en E. B. Condillac[39]
. e) La cuestión religiosa. Villava acusaba a Genovesi de "tener poca
afición a los teólogos" y criticaba sus "desbarros" en "lo tocante
al gobierno de la iglesia, a su cabeza, a su autoridad”, así como
“al establecimiento e influjo de los cuerpos eclesiásticos". También
recordaba las numerosas desavenencias de Genovesi con las autoridades eclesiásticas
y las acusaciones de "panteísta" de que había sido víctima,
"de cuya sospecha tuvo que purgarse en sus cartas"[40]
. En definitiva, la traducción de Villava, por un lado, respondía,
en palabras de Venturi[41]
, a un autor "più conservatore, più moderato, maggior ammiratore
della tradizione monarchica e cattolica della Spagna" que Genovesi, y, por otro,
se hallaba en casi absoluta sintonía con las líneas maestras de
la reforma económica española oficial - Campomanes sólo
era criticado, y de forma muy moderada, en lo relativo a la vinculación
de la tierra -, de tal manera que podía presentarse como un texto muy
apropiado para la España que estaba conformándose alrededor del
programa reformador de Carlos III.
7. Una vez que la traducción de Villava contó con el beneplácito
de Floridablanca y la Sociedad Aragonesa[42]
, pasó a emplearse en la Cátedra de Economía Civil como
complemento de las Lecciones de Danvila, libro de texto preferente durante
1784-1786. Por lo demás, aunque las enseñanzas de la Cátedra
respetaran durante bastantes años la línea del ejemplo de Genovesi
(población, agricultura, artes secundarias, etc.), es indudable que incluyeron
desde sus inicios otros textos, principalmente españoles. La docencia
pretendía una formación en la que, a través de la explicación
de las “obras magistrales de esta ciencia, especialmente las nacionales”,
se transmitieran, primero, determinados "principios económicos generales"
y, después, siguiendo la misma orientación aplicada de las enseñanzas
de "comercio" impartidas por Genovesi, "salito in cattedra per esporre un programma
di politica economica"[43]
, la concreción de éstos "a las circunstancias de los diversos
países" y su aplicación a "problemas y proyectos económicos"
determinados, para lo cual se enseñaban los métodos cuantitativos
de la Aritmética política[44]
. Así, en 1787, la enseñanza aparecía estructurada en tres
años, el primero de los cuales se acomodaba a las Lecciones de
Danvila, el segundo, a los libros de B. Ward y G. Uztáriz, y el tercero,
a los principios de la Aritmética política, siguiendo la obra
de Bielfeld. Y aunque las Lezioni fueron cayendo gradualmente en desuso
hasta iniciado el siglo XIX, cuando fueron consideradas “inexactas y llenas
de erudición”, todavía en 1795 la Sociedad Aragonesa hizo
una abultada compra del texto de Danvila para su uso entre los alumnos[45]
y en 1798 el nombre de Genovesi seguía figurando como fuente de las enseñanzas
de la Cátedra, junto a otros italianos - Verri y Muratori - y un conjunto
muy amplio de economistas franceses y británicos. Por lo demás,
aunque en Zaragoza no sucedió nada similar a la formación en Nápoles
del partito genovesiano, tras los quince años que Genovesi dirigió
la Cattedra di Commercio(1754-1768), éste dejó una huella
imborrable en la generación de reformadores ilustrados y liberales aragoneses
(Normante, Calomarde, Larruga, Generés...). Y lo mismo puede afirmarse
de Navarra, País Vasco, Mallorca o País Valenciano, donde la elaboración
de la economía política ilustrada aparece también muy vinculada
a su figura.
La Cátedra de Zaragoza tuvo la gran virtud de crear un efecto reflejo
en otros lugares de la geografía española. En la Universidad de
Salamanca - era la más poderosa del país, pues albergaba cuatro
de los seis colegios mayores que había en él, instituciones en
las que se formó gran parte de la élite del Antiguo Régimen
-, la consolidación en su claustro a lo largo de los años ochenta
del primer núcleo de profesores renovadores (J. Meléndez Valdés,
T. Ortiz, R. de Salas...) se tradujo en el primer ensayo en la historia española
de enseñanzas económicas en el marco universitario[46]
. Su protagonista fue el jurista aragonés R. de Salas, doctor y catedrático
de instituciones civiles en esa Universidad. Su nombre está estrechamente
vinculado a los de Schmid d´Avenstein, Montesquieu, Beccaria y, sobre todo,
Bentham, de cuyas ideas será, junto a otro profesor salmantino T. Núñez,
uno de sus principales introductores en la España del siglo XIX. En 1786,
un año antes de ser nombrado Rector de la Universidad, Salas promovió
una "Academia de Derecho Español y Práctica Forense", cuyo funcionamiento
se inició dos años después. Su finalidad era aproximar
la formación de los alumnos de leyes a la realidad social y profesional,
dotando a las enseñanzas de un sentido experimental y práctico
inexistente en el recorrido escolástico tradicional -sus renovadores
métodos docentes se basaban en la realización de ‘tertulias’,
lo que hoy entendemos como ‘seminarios’ - y prestando la máxima
"atención y desvelos" a "todo lo perteneciente a policía, industria,
agricultura y comercio, en una palabra [a] todos los tratados de economía
política". Es decir, como se apercibieron pronto los sectores universitarios
reaccionarios, la iniciativa desbordaba con creces el marco de una academia
jurídica, por cuanto ponía su énfasis en la formación
de "hombres políticos" en aquellas leyes "que deben darse a las artes
para que florezcan" y, asimismo, la enseñanza de la economía se
realizaba en detrimento de los saberes tradicionales: "mientras miremos con
desprecio lo que no es jurisprudencia y teología, no sacudiremos de nosotros
el oprobio de que estamos cubiertos para nuestra desgracia"[47]
. Aunque, según la propia confesión de Salas[48]
, sus enseñanzas, en general, más inclinadas a la filosofía
política y moral que a la ciencia económica, se extendieron a
numerosos autores - Montesquieu, Rousseau, Mably, Beccaria, Filangieri, Helvétius,
Holbach o Schmid d´Avenstein, de quien Salas llegó a realizar una
traducción incompleta de sus Principes de la Législation Universelle
(1776) -, se basaron en una exposición crítica de las Lezioni
de Genovesi.
8. Así pues, y en síntesis, el perfil que describe la primera
llegada a España de la obra de Genovesi es muy nítido: éste
fue interpretado como un autor útil para lanzar la modernización
de los estudios universitarios en las Facultades de Artes (Filosofía
Moral) y en las de Derecho (Instituciones Civiles). Sus escritos fueron marcados
por un acentuado tono ‘oficial’, casi tan acusado como el que habían
tenido en el Nápoles de Carlo di Borbone y Tanucci: mientras F.
de Villalpando, principal intérprete español del Genovesi ‘filósofo’,
fue protegido por el Consejo de Castilla y Floridablanca[49]
, los primeros pasos de las Lezioni en España tampoco dejan lugar
a la duda: en primer lugar, su traducción respondió a una invitación
expresa de Floridablanca; en segundo, sus dos traductores españoles más
fieles, Villava y Normante, además de pulir las aristas más puntiagudas
de Genovesi sobre cuestiones políticas y religiosas, realizaron un concienzudo
trabajo para acomodar su obra a la realidad española y presentarla como
compatible con la España de Carlos III y Campomanes; por último,
la experimental y genovesiana Cátedra de Zaragoza fue una institución
de naturaleza casi gubernamental, a la que la Secretaría de Estado prestó
a menudo protección política y financiera. Por lo demás,
y muy a pesar de F. Ferrara y el juicio descalificatorio que le merecieron las
Lezioni [50]
, la enorme fortuna española de esta gran "síntesis y conclusión"
del debate económico europeo de las décadas medias del Setecientos[51]
no viene sino a incidir en las viejas ideas de L. Iraci, F. Venturi, G. Galasso
o C. Perrotta sobre la cómoda migración de la obra hacia los países
europeos atrasados, "quelli che nel secolo precedente non avevano conosciuto
una conseguente politica mercantilista"[52]
. La economía ‘civil’ de Genovesi era fácilmente asimilable
en un país como España, cuyas similitudes con los problemas económicos
del Mezzogiorno eran enormes - en palabras de G. Galasso[53]
, Genovesi pretendía "lo studio di una linea valida per un paese agricolo,
povero di capitale e di manifatture, campo d´azione per la mercatura e
per gli investimenti esteri, dove la principale ricchezza erano il suolo e gli
uomini"- y, después, debido a que situaba el problema del desarrollo
económico en el centro de las reflexiones y poseía una marcada
orientación normativa, convirtiendo esa economía “civil”
en el soporte de las tentativas reformistas del Regno delle Due Sicilie
[54]
. Y todo ello más aún cuando en el vértice de las reformas
aparecía la consecución de una agricultura más moderna
y comercializada, vertebrando las Lezioni en torno a una estrategia de
desarrollo económico ‘agrarista’, muy cercana, por este motivo,
a la corriente principal de la economía política ilustrada española[55]
.
Todas estas cuestiones ayudan a entender mejor cuál era la suerte que
esperaba a esta corriente genovesiana española. Un importante
cambio de tendencia tuvo lugar a partir de 1790, a raíz de la política
gubernamental de signo anti-ilustrado diseñada para evitar que los aires
de la revolución francesa calaran en España[56]
. En esas mismas fechas, el mundo universitario español comenzó
a gravitar nuevamente en torno a fuerzas muy conservadoras. Estos problemas
no eran nuevos. En realidad, las actividades de la Cátedra de Zaragoza
habían estado llenas de conflictos desde sus mismos inicios, con la universidad,
los poderes políticos o los editores locales. No obstante, el primer
ataque organizado contra ella tuvo lugar en 1786, tan sólo dos años
después de su fundación. Provino de Fray Diego de Cádiz,
uno de los grandes predicadores capuchinos de la época, que expresaba
la actitud de numerosos sectores eclesiásticos de la ciudad. Sus objeciones
se centraron principalmente en el supuesto contenido herético de algunas
enseñanzas impartidas por Normante - su crítica al celibato eclesiástico
y su defensa moderada del lujo y del préstamo con interés -, que
le llevaron a delatar sus escritos ante la Inquisición[57]
. Su propósito era desacreditar no sólo a Normante y a la Cátedra,
sino también a la propia Sociedad Aragonesa, dando origen a una profunda
crisis, que sólo pudo resolverse merced al apoyo político y financiero
de Floridablanca. Aunque la Cátedra prosiguió activa, las secuelas
de ese ataque reaccionario se dejaron notar de inmediato: Normante no volvió
a publicar, la Sociedad frenó la realización de nuevas traducciones
y llevó a cabo una profunda reestructuración interna para salvaguardar
su ambicioso plan de enseñanzas - en esos años se extendía
también a las Matemáticas, la Filosofía Moral, el Derecho
Público y la Agricultura - y, por supuesto, se impidió la generalización
de esa innovadora experiencia docente a otras sociedades económicas.
9. El caso de la Cátedra de Zaragoza no fue único. En 1795, tan sólo un año después de que el gobierno decretara la supresión de las enseñanzas de Derecho Público, Natural y de Gentes - el Derecho Natural había sido reconocido como cátedra específica en la tardía fecha de 1786 -, el manual genovesiano de Villalpando fue delatado ante la Inquisición; poco después sería expurgado, condenándose al destierro a su autor. Mientras tanto, en el seno de la Universidad de Salamanca, sus sectores reaccionarios conseguían clausurar en 1792 la Academia fundada por Salas y, con la ayuda de la Inquisición, lograban que éste fuera encarcelado y desterrado, cediéndose su Cátedra en 1797 a uno de sus denunciantes. En el contexto de un rechazo frontal a la economía política, "saber peligroso e inconsistente"[58] , esos sectores atacaban duramente a las Lezioni, consideradas no sólo inconvenientes, sino también carentes de novedad frente al "sublime monumento" del Derecho Romano: "los romanos apreciaron constantemente, es innegable, la agricultura; conocían la utilidad de las artes y del comercio, las leyes de las doce tablas [y] no permitían monopolios estancos ni cuerpos exclusivos". Lo adecuado era retornar al estudio de las "leyes y códigos históricos" y abandonar a Genovesi, cuyas Lezioni estaban "reducidas a unas especulaciones abstractas", no resultaban fáciles de acomodar a la "constitución política" española y poseían un contenido peligroso, en cuanto al "apego y aprobación de la vida y máximas de los salvajes". Este ataque en toda regla a los reformadores que habían traído a España la obra de Genovesi, si bien debe interpretarse en el marco de la ola de represión del gobierno de Godoy, también tiene mucho que ver con el talante tan tibio con el que durante las décadas previas se había abordado la reforma de la universidad; aunque "dejando cierta entrada a las novedades", ésta siguió manteniendo "el trazado fundamental escolástico y aristotélico"[59] . Será a la vuelta del siglo XIX cuando se retomen nuevamente las posiciones más favorables a Genovesi: mientras entre 1798 y 1800, al amparo ahora de la Sociedad Económica de Mallorca, tendrá lugar una nueva experiencia de enseñanzas económicas de inspiración genovesiana [60] , las Lecciones de Danvila conocieron una segunda edición en 1800, cuatro años después será reeditada la traducción de Villava - en el seno de la Cátedra de Zaragoza se estaba materializando entonces el tránsito desde la ‘Economía Civil’ de Genovesi a la ‘Economía Política’ de Say - y, por último, la versión de Genovesi del Esprit des Lois de Montesquieu será editada en dos ocasiones durante el Trienio liberal, testigo de un extraordinario reverdecer de los textos más emblemáticos del siglo XVIII europeo[61] .
10. Una correcta interpretación de la introducción en España
de las ideas económicas de Galiani obliga a cambiar el prisma de nuestro
análisis. La atención se ha de desplazar ahora al ámbito
de la elaboración de la política económica. De los dos
escritos económicos centrales de Galiani, Della moneta (1751)
- fue publicado de forma anónima, pues "la sua originalità e novità"
hacía aventurar una más que probable recepción conflictiva[62]
- y Dialogues sur le commerce des blés (1770) - también
fue editado anónimamente, después de haber sido corregido por
D. Diderot -, tan sólo este segundo fue objeto de una traducción
española; mientras tanto, del primero, "il capolavoro uscito dalla discussione
sulle monete a metà del secolo"[63]
y a través del cual los ilustrados napolitanos rompían "le barriere
di provincialismo"[64]
, existen pruebas de que fue distribuido por el propio Galiani entre diferentes
personalidades del mundo diplomático y político español,
pero no hay ninguna evidencia de que fuera utilizado en la elaboración
de la literatura económica española del siglo de la Ilustración.
Esta cuestión puede tener una explicación razonable respecto a
la primera edición de la obra: como explica Diaz, Della moneta
quedó encuadrada en los cruciales debates monetarios de que fue testigo
Italia en esos años, sin apenas circular internacionalmente. Por otra
parte, es difícil que España fuera una excepción a esa
realidad, dada la escasa penetración del pensamiento económico
foráneo en esas fechas; no obstante, resulta más extraño
que tampoco arribara a España la segunda edición de la obra, publicada
en 1780 y ampliada con un abundante conjunto de notas. En este caso, la razón
puede hallarse no tanto, nuevamente, en la escasa circulación internacional
que ha tenido la misma hasta nuestros días, cuanto en el exiguo interés
que, salvo contadas excepciones - la más importante sería, acaso,
V. de Foronda[65]
-, suscitó entre los ilustrados españoles la alta teoría
relacionada con el valor y la moneda, frente al mayoritario entre ellos enfoque
de ‘economía aplicada’ o de ‘política económica’.
Todo lo contrario que con Della moneta ocurrió con los Dialogues.
Además de traducido al español en 1775, este texto fue muy conocido
entre los ilustrados españoles, principalmente durante el período
comprendido entre 1775 y 1795, en el que fue utilizado por, aproximadamente,
una docena de economistas, entre ellos Campomanes, Jovellanos, Sisternes y otros
de los autores más influyentes de ese período, en un espectro
que relaciona esa obra con los principales centros de producción de pensamiento
económico de la Ilustración española (Aragón, País
Valenciano, País Vasco, Madrid o Cataluña). De esta manera, si
como se ha interpretado desde L. Einaudi hasta F. Cesarano[66]
, entre las dos obras económicas principales de Galiani no existe confrontación,
sino una continuidad sustentada en la diversidad de enfoques (el análisis
económico en la primera y la teoría de la política económica
en la segunda), se ha de concluir que los ilustrados españoles tuvieron
tan sólo un conocimiento parcial del pensamiento económico brotado
de la "splendida intelligenza" de Galiani.
Aunque es indudable que la formación económica del joven Galiani
tuvo un componente español aún poco conocido, cualquier interpretación
correcta de la llegada a España de sus Dialogues obliga a remontarse
a enero de 1759, cuando Galiani se hizo cargo de la secretaría de la
embajada de Nápoles en París. En ella permanecerá hasta
mayo de 1769 (con una breve interrupción durante 1765-1766), cuando,
a causa de una infidelidad diplomática relacionada con el Pacto de Familia,
fue obligado a retornar a Nápoles. La responsabilidad que Tanucci dejó
en sus manos estaba cargada de significación política. Su llegada
a París sucedía en el preciso momento en que Carlo di Borbone
heredaba el trono de España y dejaba Nápoles en manos de un Rey
niño y un Consejo de Regencia; así pues, desde el punto de vista
de los intereses del Regno, resultaba más primordial que nunca
reafirmar su autonomía respecto a las cortes borbónicas francesa
y española. El desinterés por el trasmundo español de Galiani
ha llevado a ignorar absolutamente las relaciones que cultivó durante
su estancia parisina con el cuerpo diplomático vinculado a la embajada
de España. Sin embargo, como se desprende de una lectura atenta de su
correspondencia, Galiani halló en él un mundo fundamental para
el cultivo de las relaciones humanas, a la vez que un baluarte que le permitió
afianzar su influencia en lo que el machiavellico napolitano denominaba
el “café de l´Europe". Ese núcleo de diplomáticos
- sobre el cual estamos investigando - constituía un grupo político
con una estructura básicamente familiar, que había madurado al
amparo de la influyente personalidad como estadista de P. P. Abarca de Bolea,
Conde de Aranda; era de procedencia casi estrictamente aragonesa y estaba estrechamente
relacionado con el programa de reformas ilustradas emprendido en España
durante el reinado de Carlos III a través, principalmente, de la participación
de sus miembros en la Sociedad Económica Aragonesa [67]
.
11. Del estudio de la interrelación de Galiani con ese grupo de diplomáticos
se debe derivar una interpretación que asuma una mayor pluralidad nacional
en el contenido de los Dialogues [68]
. Se subraya normalmente que en su génesis se hallaban dos hechos históricos
de gran calado: por un lado, las ‘hambrunas’ padecidas en el Regno
di Napoli durante 1763-1764, que habrían puesto de manifiesto la
inutilidad burocrática y la escasa audacia reformadora del gobierno de
Tanucci de cara a alcanzar un sistema eficiente de almacenamiento del grano;
y, por otro, la política liberalizadora del comercio del grano emprendida
en Francia a partir de 1763-1764 bajo la iniciativa del ministro H. Bertin,
cuyo fracaso parecía evidente ya en 1768-1769. Ambas cuestiones permitirían
explicar, en un contexto no obstante más complejo y en el que operaban
otros factores[69]
, el giro de Galiani desde posiciones ‘filofisiócratas’ partidarias
de la plena libertad del comercio del grano y muy críticas con el anacrónico
sistema de pósitos del Regno, sostenidas por él en 1764,
hasta las antifisiócratas y especialmente combativas con el libre comercio
exterior, a las que se habría adherido al inicio de 1769. Ahora bien,
conviene recordar que también España había conocido durante
ese mismo espacio temporal situaciones similares a las descritas. En primer
lugar, bajo la inspiración del Fiscal Campomanes, el Consejo de Castilla
había auspiciado una reforma liberalizadora del comercio del grano, regulada
a través de la Real Pragmática de 11 de julio de 1765: supuso
la supresión de la tasa del precio, la abolición de los monopolios,
la liberalización del comercio interior y la ampliación del margen
para ejercer el comercio exterior[70]
; y, en segundo, al igual que en Nápoles y Francia, buena parte de sus
regiones habían padecido durante el bienio 1765-1766 agudas crisis de
subsistencias[71]
, que, lejos de ralentizar el espíritu gubernamental liberalizador, habían
contribuido a profundizarlo. Galiani estaba perfectamente informado de ambos
hechos, lo cual, unido a su relativa familiaridad con la tradición económica
española del siglo XVII y primera mitad del XVIII, nos sitúa ante
la evidencia de que hubo de ser un buen conocedor de la realidad económica
española de su tiempo y de que, por tanto, ésta ha de tenerse
presente a la hora de interpretar sus Dialogues.
La relación de Galiani con los diplomáticos españoles no
supuso una simple cuestión de amistad, también conllevó
una toma de posición clara de éstos a favor de sus ideas económicas.
Fueron precisamente los miembros del "núcleo diplomático italo-español"
- así denominado significativamente por F. Nicolini - quienes se encargaron
personalmente de enviar los Dialogues a España en enero de 1770,
pocos meses después de la aparición del libro en el mercado parisino.
La selección fue tan precisa que lo hicieron llegar a cuatro de las personalidades
políticas más influyentes de ese momento: Aranda, Roda, Llano
y Campomanes[72]
. Sus envíos fueron acompañados de términos muy elogiosos
sobre el contenido de la obra. Los diplomáticos se manifestaban contrarios
al ideario económico fisiócrata y, en cambio, abiertamente partidarios
de las tesis de Galiani, si bien, con la velada sospecha de que las líneas
reformadoras expuestas en los Dialogues resultarían de difícil
aplicación en España sin transformaciones previas. Aludían,
en concreto, al "genio particular que caracteriza aquella nación y particularmente
sobre el atraso que allí hay en cuanto a caminos, canales [y] comunicaciones
interiores, todos puntos importantísimos y que por no haber sido nunca
bastante bien examinados, han causado siempre mil mudanzas y revoluciones en
este ramo importantísimo de la administración en el que, como
en Francia, les queda aún el rabo por desollar"[73]
; es decir, el atraso español en las vías de comunicación
dificultaba, particularmente, la creación de un mercado agrario único
que conectara los abastecidos mercados del interior de la Monarquía con
los deficitarios de la periferia peninsular.
12. ¿Qué ocurrió desde la fecha de llegada a España
de los Dialogues a inicios de 1770 hasta 1775, cuando el libro fue finalmente
traducido? ¿A qué se debió esta dilación en la realización
de la versión española de la obra? Estas preguntas admiten interpretaciones
diversas. Una primera se derivaría de una asimilación directa
del caso español al modelo francés. Los años inmediatamente
previos a la publicación de los Dialogues fueron especialmente
activos en Francia en cuanto a la creación de pensamiento económico,
siendo testigos, por un lado, de la publicación por F. V. de Forbonnais
de los Principes et observations oeconomiques (1768) - a juicio de Venturi,
"peut-être la plus importante et le plus significative des attaques dirigées
à cette époque contre les physiocrates"[74]
- y, por otro, de la "grande Bewegung fisiocrática",
de la mano de Mirabeau, Mercier de la Rivière, Dupont de Nemours y otras
primeras plumas de la ‘secta’[75]
. Aunque, en retrospectiva, Venturi [76]
ha sostenido que la polémica con los fisiócratas fue seguramente
"l´aspect le moins original" de los Dialogues, es indudable que
esta obra fue percibida en su tiempo como una especie de dique de contención
de los économistes, en cuyo caso cabría entender que se
introdujo en España con el mismo propósito de combatir una corriente
económica liberalizadora de inspiración fisiócrata. Ahora
bien, esta hipótesis no tiene sentido si tenemos en cuenta la escasa
y tardía circulación en España del ideario económico
de esta escuela francesa - algo que ocurrió en menor medida respecto
a su pensamiento político - y, sobre todo, la casi nula influencia del
mismo en la formulación de la política económica española
de la segunda mitad del siglo XVIII[77]
.
En cambio, sí se puede avanzar en una interpretación más
razonable relacionando la traducción española de los Dialogues
con dos cuestiones: el debate sobre el comercio del grano, ya lanzado, en toda
su magnitud, a partir de 1760, y la estrategia de reforma económica desarrollada
por el Consejo de Castilla. No debe olvidarse, con relación al primer
aspecto, que el problema del comercio del grano constituyó una cuestión
cardinal en la elección de las traducciones económicas que fueron
realizadas durante el reinado de Carlos III[78]
y, junto a ello, que la mayor parte de los autores traducidos - y también
más influyentes - que precedieron a la versión española
de los Dialogues (Herbert, Accarias de Serionne, Mirabeau, Forbonnais,
Bielfeld, Plumard de Dangeul, etc.) manifestaban una posición muy similar
a la de Galiani respecto a las reformas convenientes: aunque fueran partidarios
del libre comercio interior del grano, eran, en cambio, muy cautos, cuando no
expresamente contrarios, a su libre comercio exterior[79]
; es decir, a diferencia de lo que ocurrió en Francia con los fisiócratas
y Turgot, en España no existieron divisiones en una línea de liberalización
que, de manera casi unánime, excluyó el comercio exterior[80]
, y, por tanto, el planteamiento de Galiani se sembraba sobre un terreno roturado
previamente. Mientras, su metodología relativista y su defensa de las
"vías de desarrollo nacionales" constituían ideas más fáciles
de comprender que los razonamientos abstractos de los fisiócratas[81]
y su mensaje vertebral que diferenciaba entre la dimensión ‘política’
y ‘económica’ del grano - en suma, aunque éste pudiera
ser objeto de comercio sometido a la reglas del mercado, debía de supeditarse
a la razón de Estado y a los intereses políticos que imponía
el mantenimiento de la estabilidad social - y exigía realismo político
y pragmatismo a la hora de emprender las reformas encajaban perfectamente en
una Ilustración tan temperada como fue la española.
13. Como se ha adelantado, la traducción española de los Dialogues se debe relacionar también con la estrategia de reforma económica auspiciada por el Consejo de Castilla. Durante el bienio 1774-1775, su principal ideólogo, el Fiscal Campomanes, estaba empeñado en que esa reforma se ampliara desde las medidas ya adoptadas sobre agricultura, comercio del grano y comercio colonial, hasta las más marginadas, relacionadas con los problemas de la industria popular, las fábricas y los gremios[82] . En ese preciso contexto, los Dialogues podían resultar una obra particularmente útil, pues, como escribía en esos años expresamente Campomanes, "faltando las fábricas, perecen los cosecheros, porque no hallan quien consuma las cosechas"[83] ; es decir, el desarrollo agrícola exigía como condición simultánea el fomento de la industria, y ningún autor mejor que uno procedente de la siempre cercana realidad napolitana y tan afamado como Galiani podría ayudar a mostrar esta evidencia, reforzando así la estrategia de reforma más amplia a que aspiraba el Consejo de Castilla. De hecho, la realización de la traducción española de los Dialogues fue patrocinada por el propio Campomanes [84] . El autor de la misma fue, con toda probabilidad, Juan Antonio de las Casas, un eclesiástico muy próximo a él, traductor en 1774, también debido a su mediación, de Dei delitti e delle pene de C. Beccaria[85] . La versión española de los Dialogues vio la luz encabezada por una elogiosa dedicatoria al "Ilustrísimo Señor Rodríguez Campomanes", para que, "sabiendo todos cómo fomenta ... la virtud de los aplicados, se esfuercen a trabajar con mayor luces en beneficio público". Aquélla era de gran calidad y muy respetuosa con el original, si bien, ligeramente resumida y con algunas omisiones, imprecisiones y diferencias formales con él, que no podemos explicar ahora en todo su detalle. También incluía algunos matices que daban a entender la necesidad de proceder a una ligera adaptación del texto a la realidad económica y cultural española. De las Casas advertía en su "Dedicatoria" que la obra original no se hallaba “purgada de algunos deslices, que aunque chistosos, no son compatibles con la mesura y gravedad de nuestros censores ni con el carácter serio de nuestra nación"[86] . Tales "deslices" tenían que ver, en particular, con el contenido y el lenguaje político y religioso de los Dialogues, tal y como se apercibió ya Venturi, al señalar que en la versión española se suprimieron "las frases de mofa o sátira contra el clero". No obstante, el traductor también cambiaba diversas informaciones francesas - sobre pesos, medidas o ejemplos geográficos - con el fin de adaptarlas a la realidad española; omitía expresiones que daban a entender una situación de debilidad de la economía española; por último, sustituía, de manera casi automática, los términos más avanzados del lenguaje político empleado por Galiani (por ejemplo, gobiernos "democrático" y "republicano", sistema político "mixto" o "revolución"), por otros menos conflictivos, y también hacía lo propio con el de los économistes (nunca interpretado en el sentido de 'fisiócratas') y, sobre todo, con las expresiones religiosas que pudieran dar origen a una interpretación crítica de las autoridades eclesiásticas. La mala traducción del novedoso término "entrepreneur", que De las Casas traducía indiferentemente como "comerciante", "asentista" o "mercante", representaba también una significativa consecuencia del diferente nivel de evolución de las mentalidades española y francesa, así como de las disparidades de sus respectivas realidades económicas.
14. Aunque teniendo presente todo lo anterior, la traducción española
de los Dialogues no puede deslindarse de un último factor, cual
es el amplio debate sobre el comercio del grano que en esas fechas atravesaba
la Ilustración europea en su conjunto. Y, en este sentido, resulta obligado
recuperar el perfil más político de Galiani, oscurecido, una y
otra vez, por la gran estatura de su figura como economista, hasta el punto
de resultarnos (y todo ello a pesar de los valiosos trabajos realizados en ese
sentido por F. Diaz) hoy todavía poco conocido[87]
. En realidad, al igual que su libro, la naturaleza de la versión española
de los Dialogues era absolutamente política. En suma: su autor
era un diplomático, "informato e intelligente", que trabajaba a las órdenes
del Regno y, por tanto, estrechamente relacionado en términos
políticos con la Monarquía española; el canal de transmisión
de su libro a ésta fue el núcleo de diplomáticos españoles
vinculados a la embajada de España en París; su primer receptor
activo en este país, el Fiscal Campomanes; y, por último y si
todo esto fuera poco, la traducción española de la obra se había
llevado a cabo al amparo de este influyente político del gobierno de
Carlos III, a quien además estaba dedicada. Este último hecho
era de especial relevancia: cualquier traducción encabezada en 1775 con
una dedicatoria a Campomanes sólo podía interpretarse como una
toma de posición del Consejo de Castilla - es decir, del conjunto de
la Monarquía española -, en este caso, respecto al trascendente
debate europeo sobre el comercio del grano. Precisamente, en esas fechas este
debate alcanzaba uno de sus puntos más álgidos. La toma de posición
del Consejo de Castilla entre los fisiócratas (Morellet, Turgot, Le Mercier
de la Rivière...) y los enciclopedistas (Diderot, Voltaire, Grimm...),
por emplear la conocida disyuntiva planteada por Venturi[88]
, es decir, entre los autores contrarios y favorables a las tesis de Galiani,
era absolutamente clara, más aún cuando se producía en
el mismo momento en que Turgot en Francia, siguiendo los pasos de Pietro Leopoldo
en Toscana, estaba dando inicio a una nueva ofensiva liberalizadora del comercio
exterior del grano. Galiani había escrito unos años antes en sus
cartas que un auténtico hombre de Estado debía de prever las consecuencias
de sus medidas; "Toda la ciencia de la administración ... se reduce al
sólo y único principio muy simple y muy breve, nihil repente,
niente all´improvviso", repetirá después en los Dialogues[89]
. Precisamente, todo esto era lo que Campomanes estaba haciendo al patrocinar
la traducción española de los Dialogues en esos años
cruciales para el curso futuro de la Ilustración europea. Con su decisión,
se volvía a poner de manifiesto una vez más la consciencia de
los policy makers españoles acerca de la imposibilidad de aplicar
a su realidad económica la política liberalizadora radical de
los fisiócratas; aún más: se trataba de evitar que esa
política pudiera alcanzar a España, siquiera en forma de eco,
o bien de limitar entre los ilustrados españoles el efecto indeseado
de cualquier movimiento de imitación de la política que Turgot
comenzaba a desarrollar en la siempre envidiada Francia, en la consciencia -
de acuerdo con otra acertada idea de Galiani - de que en todas las naciones
la legislación del grano daba el tono del espíritu del gobierno.
Por lo demás, el paso del tiempo no vendría sino a ratificar este
frente napolitano-español (si es posible hablar en estos términos),
al menos en el caso de la Monarquía de Carlos III. Ninguno de los escritos
favorables a las tesis fisiócratas (Dupont de Nemours, Baudeau, Roubaud,
Le Mercier de la Rivière, Morellet, etc.) será traducido en España;
en cambio, la influencia de los Dialogues de Galiani se verá reforzada
pocos años después por la llegada a España - de la mano
ahora de Floridablanca - de los escritos de Necker, autor que gozó también
de una enorme simpatía entre la clase política española[90]
. De esta manera, se viene a ratificar que la corriente antifisiócrata
española, inspirada principalmente en la secuencia Forbonnais-Galiani-Necker,
fue notablemente más influyente en España que la propiamente fisiócrata.
15. La primera llegada de la Scienza della legislazione (1780-1785)
a España está caracterizada por dos rasgos notables: la celeridad
en su recepción - según relata Venturi, los primeros ecos de la
obra llegaron a la península en septiembre de 1780[91]
- y la ausencia de tutela por parte del poder político. A diferencia
de lo sucedido con los escritos de Genovesi y Galiani, no sabemos que Campomanes,
Floridablanca u otros ministros reformadores que venían apadrinando la
traducción de textos extranjeros influyeran en la recepción de
la obra, de tal forma que su rápida inmersión en la cultura española
de finales del siglo XVIII fue debida al esfuerzo de sus ilustrados. Estas notas
características tuvieron, sin duda, mucho que ver con el panorama de
involución cultural que siguió a la Revolución en Francia;
pero no es posible explicarlas al margen de la compleja estructura de la Scienza
. El propósito de Filangieri era, partiendo de unos "pocos principios
universales y constantes", configurar un sistema "completo y razonado de legislación"
que pudiera resultar útil "para todos los países, para todos los
pueblos, para todos los tiempos"[92]
. La legislación vigente, en razón a su anacronismo y a su naturaleza
"artificiosa, oscura y complicada", no era "adaptable al estado presente de
las cosas"[93]
. Ello era debido, en particular, a la perpetuación de los usos y las
instituciones feudales, algo evidente con sólo apreciar el inconmensurable
poder eclesiástico y bajo el dominio de las jurisdicciones civiles y
penales de los barones y los señoríos. Filangieri emprendía
una batalla contra el derecho vigente, cuya "punta de diamante" era precisamente
su "ataque abierto y violento al sistema de los barones"[94]
. Sólo a través de una reforma íntegra y acorde con el
racionalismo jurídico del ordenamiento legislativo se podía transformar
la sociedad meridional, alterando el tradicional equilibrio existente entre
el feudalismo y la modernidad, y atenuando las enormes desigualdades jurídicas
y económicas existentes[95]
. De esta manera, el instrumento legislativo se erigía en la vía
más adecuada y rápida para mejorar el atrasado Mezzogiorno,
al tiempo que aparecía como el factor clave de cara a la construcción
de un nuevo sistema social normativo ordenado en torno a la felicidad pública,
principio cardinal que debía guiar la acción política.
Las líneas de la propuesta de Filangieri seguían la trama más
elevada del pensamiento ilustrado, incluyendo, por supuesto, las "leyes políticas
y económicas", a las que dedicaba íntegramente el volumen II de
su obra.
El ideario económico de Filangieri se presentaba estructurado en torno
a lo que Schumpeter[96]
denominó los “cuasi-sistemas” de política económica.
Su composición era ecléctica, con elementos tardo-mercantilistas
y fisiócratas en su interior[97]
. Estos segundos, que terminaron por alejar la Scienza de la matriz genovesiana
original[98]
, otorgaron a la obra un tono liberal relativamente más avanzado que
el habitual en la literatura napolitana de su época[99]
. Ahora bien, siendo esto importante, no era ésta la nota que caracterizaba
mejor su contenido económico. Filangieri entendía que el momento
económico se hallaba indisolublemente unido al político, de manera
que era impensable alcanzar una resolución del primero sin que operara
un cambio simultáneo del marco político-institucional. Este planteamiento,
que particularizaba la Scienza respecto a las Lezioni de Genovesi
- más cercanas al constitucionalismo corporativo y Ancien Régime
de Montesquieu - y a los escritos de Galiani - bastante conservadores respecto
a las cuestiones políticas -, era el resultado de una revisión
en profundidad de la rica tradición ‘iusnaturalista’ napolitana,
en una clave moderna que situaba en el centro de la escena los derechos políticos
y económicos individuales e incorporaba a esa tradición los nuevos
valores del republicanismo radical que estaban emergiendo en Europa tras el
triunfo de la revolución americana[100]
. Así pues, aunque Filangieri entroncara con la vertebral tradición
ilustrada favorable a una reforma radical de la legislación (Mably, Schmid
d´Avenstein, Beccaria...), de la cual fue uno de sus representantes más
preclaros[101]
, lo hacía partiendo de una avanzada visión constitucional y republicana,
que gravitaba sobre la ineludibilidad de los derechos individuales. Es cierto
que su obra no ofrecía una alternativa completa al despotismo ilustrado,
pero contenía un mensaje reformador en el que algunas concesiones a ese
despotismo convivían con planteamientos políticos y económicos
relativamente avanzados. Además, si esto fuera poco, toda ella aparecía
atravesada por la trascendental diferenciación entre la "bontà
assoluta" y la "bontà relativa" de las leyes: las primeras eran leyes
ideales, fundadas sobre "principios fijos, determinados e inmutables", provenientes
del derecho natural; por su parte, las segundas, de orden positivo, provenían
de aquéllas, eran deducidas a partir de unos pocos principios generales
y estaban concebidas para adaptar la legislación a las diferentes realidades
históricas y nacionales. Por tanto, el propósito de la obra era
tan ambicioso como la elaboración de una ciencia jurídica - ya
completamente diferenciada de la antigua “scientia juris tardo medievale”[102]
- que, además de ilustrada y cosmopolita, resultara útil para
los distintos marcos nacionales lo cual favorecía su eventual internacionalización;
un protagonismo indudable en ello y, en general, en la construcción del
nuevo constitucionalismo de los derechos individuales correspondió a
la sociabilidad de las sectas masónicas, muy influyentes en el mundo
ilustrado napolitano y en la trayectoria vital de Filangieri[103]
.
16. En la llegada a España de la Scienza, hay que tener presente
que su contenido no podía sino resultar enormemente atractivo para una
generación ‘tardía’ de ilustrados españoles
(Foronda, Arroyal, etc.) que, a lo largo de los años ochenta, había
comenzado a demandar una radicalización de la reformas económicas
y a plantear la necesidad de vincularlas con las políticas[104]
. Ahora bien, debido a lo comprometido de este segundo asunto, la Scienza
fracturó de inmediato en dos a la sociedad española de su época;
fue situada en el centro de una encarnizada batalla entre los sectores reformadores
y los conservadores. A un lado, los primeros comenzaron a utilizarla de una
manera inmediata, mientras la prensa ilustrada, entonces dominada por ellos,
organizaba una auténtica campaña de propaganda en defensa de Filangieri
y su obra, mostrando ésta como uno de los frutos más acabados
del movimiento ilustrado europeo. Las doce reseñas que se publicaron
entre 1781 y 1789 acerca de sus ediciones italiana, francesa de J. A. Gauvain
Gallois y española de J. Rubio la convirtieron en una de las obras más
defendidas de toda la Ilustración española desde la trinchera
de los sectores reformadores. Y exactamente lo mismo, pero con el signo contrario,
puede decirse del sector opositor. Los ataques a la Scienza se iniciaron
en 1780 y procedieron de los núcleos absolutistas políticos y
religiosos - incluidos los sectores 'jansenistas' - y cómo no, de la
Inquisición, que terminó por prohibir su circulación y
su lectura en marzo de 1790, abortando la primera traducción que había
comenzado a publicar tres años antes el jurista valenciano J. Rubio.
Los ilustrados españoles no hubieron de esperar a esta traducción
para tener noticias de la vertiente económica de la Scienza. Sólo
habían pasado cuatro años desde la aparición de sus dos
primeros volúmenes, antes de que vieran la luz las Reflexiones sobre
la libertad del comercio de frutos[105]
. En este breve escrito, publicado en 1784 de forma anónima, se traducían
diversos fragmentos del capítulo XI del libro II de la Scienza,
en el que se explicitaban los obstáculos para el crecimiento agrario
motivados por "la falta de libertad de los frutos" (pp. 1-22). A tales fragmentos
acompañaba una nota textual (pp. 23-29) extraída de un texto publicado
en 1783 por A. Arteta, economista aragonés y miembro destacado de la
Sociedad Económica Aragonesa, dedicado a analizar el provecho económico
que podía extraer Aragón de la reciente liberalización
parcial de que había sido objeto el comercio colonial, a raíz
de una nueva legislación decretada a ese respecto por el gobierno en
1778[106]
. La interpretación más plausible es que las Reflexiones
fueron elaboradas en Aragón, con toda probabilidad, por V. de Villava;
su finalidad era influir en las líneas maestras del programa de reforma
agraria que el gobierno ilustrado venía desarrollando desde 1765. Los
fragmentos escogidos de Filangieri respondían a uno de los temas - la
plena libertad del comercio de granos - en el que resultaba más evidente
su sintonía con un liberalismo agrario fisiócrata; mientras, el
planteamiento de Arteta respecto a esta cuestión, por otra parte, afín
a los fundamentos de la reforma ‘oficial’, era más moderado,
al defender políticas ‘mercantilistas’ de control indirecto
del precio de los frutos agrícolas y de protección del mercado
interior. La ampliación de los mercados y las nuevas posibilidades de
exportación que previsiblemente traería consigo el nuevo régimen
de ‘comercio libre’ con las colonias constituía un marco
apropiado para reflexionar acerca de la política comercial más
útil para explotar esas nuevas posibilidades económicas, de tal
manera que las ideas de Filangieri se superponían como una propuesta
de desarrollo agrario alternativo a las de Arteta, con la importante particularidad
de que, dada la escasa presencia de los escritos fisiócratas en España,
esta traducción brevísima del napolitano se convertía en
una vía indirecta y relativamente significativa de introducción
del ideario económico de los économistes en España.
17. En 1787 vieron la luz los dos primeros volúmenes de la primera
traducción española de la Scienza, obra de Rubio[107]
. Esta versión, debido a la prohibición inquisitorial, no incluyó
las partes II y III del libro IV, así como todo el libro V. Poseía
diferencias de forma y de contenido con el texto original. Los añadidos
introducidos por el traductor ponen de relieve que éste era una persona
de talante moderado. Mientras, un examen detallado del libro II de la misma
ha desvelado que la traducción era de escasa calidad. Ésta no
sólo poseía omisiones que pueden ser interpretadas como censura
voluntaria, sino también numerosas deficiencias de naturaleza claramente
técnica. Las más importantes se referían a que Rubio no
trasladaba a su versión los textos en griego presentes en el original;
castellanizaba los nombres propios y los títulos de los libros, cometiendo
numerosos errores y empleando un criterio poco homogéneo; reconstruía
de manera arbitraria la estructura de los párrafos; omitía nombres
de autores o los confundía; no identificaba con la misma claridad que
Filangieri los textos originales; erraba en la traducción de conceptos
económicos relevantes (por ejemplo, "prodotto netto" por "producto líquido",
"corvée" por "corbata", "mestieri" por "menesteres" o "voluttà"
por "voluntad"); y, finalmente, a pesar de sus críticas al contenido
de la obra, tan sólo añadía una nota de elaboración
propia (por otra parte, irrelevante), omitiendo, en cambio, nueve párrafos
o fragmentos de párrafo y diversas notas del original. Es en este último
aspecto donde se percibe mejor que en ningún otro la necesaria práctica
de la autocensura. Las omisiones de Rubio, en apariencia perfectamente escogidas,
giraban en torno a tres cuestiones: la economía del comercio, el sistema
colonial y los derechos individuales consustanciales al orden natural, temas
objeto siempre de un atento examen por parte de la censura española[108].
Tales omisiones se dirigían a preservar el poder comercial español
de las abundantes críticas que le dirigía Filangieri, a silenciar
sus reproches respecto al "erróneo sistema comercial" y al trato despótico
con que las potencias europeas sometían a sus colonias - más aún
teniendo a la vista la naciente República de los Estados Unidos - y,
por fin, a restringir el planteamiento del liberalismo fisiócrata que
defendía la estructuración social en el respeto a los cardinales
derechos individuales de propiedad, seguridad y libertad.
A pesar de la prohibición de la Inquisición, la Scienza
no sólo prosiguió su proceso de circulación en España,
sino también comenzó a ser objeto de análisis por parte
de sus ilustrados. Una buena muestra de la profusa utilización de su
contenido económico procede de un texto desconocido hasta la actualidad.
No sabemos qué circunstancia pudo permitir que un escrito titulado Reflexiones
económico-políticas ... sobre los capítulos VII y XXXVIII
del Libro II de la obra intitulada Ciencia de la Legislación, escrita
en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri, y traducida al castellano
por Don Jaime Rubio, pudiera ver la luz tan sólo dos años
después de que se decretara el Edicto prohibicionista[109]
. Su autor era Francisco de Paula del Rey, también jurista, como Rubio,
y su escrito tenía como finalidad un análisis de los capítulos
VII y XXXVIII del libro segundo de la Scienza, el primero de los cuales,
dedicado a reflexionar sobre la situación de la milicia en Europa, aparecía
traducido íntegramente, mientras que del segundo, aun sin traducirse
en toda su extensión, se copiaban extensos párrafos textuales[110]
. La posición de Rey respecto al tratamiento dado por Filangieri a estos
dos temas era muy crítica, y ello puede explicar, con toda probabilidad,
que fuera admitida la publicación de su escrito. Rey, opuesto a la propuesta
de sustitución del ejército permanente por otro no profesional
por la que abogaba el napolitano, llegaba a plantear su propio proyecto alternativo
de reforma del sistema militar, no obstante, muy cercano al primero de los modelos
señalados. No obstante, el análisis de la cuestión del
"lujo pasivo" ocupaba cuatro de las seis "Reflexiones" en que se estructuraban
sus Reflexiones económico-políticas y constituía,
por tanto, su objeto principal. En el capítulo XXXVIII de su libro II,
Filangieri había sostenido que países, como era el caso de España,
provistos de colonias opulentas, de terrenos fértiles y extensos y de
minas abundantes de oro y plata debían orientar su desarrollo económico
de forma prioritaria hacia el fomento de la agricultura y la mejora del comercio
colonial, practicando complementariamente una política de "lujo
pasivo", consistente, en esencia, en importar masivamente manufacturas de lujo
extranjeras. A través de este proceso, se lograría dar salida
a un excedente de numerario que, en caso contrario, habría de generar
un proceso inflacionista descontrolado, con la consiguiente pérdida de
competitividad de los productos españoles en los mercados internacionales.
En cambio, Rey consideraba que una política de desarrollo de esa naturaleza
era radicalmente contraria a los auténticos intereses económicos
españoles. La teoría cuantitativa del dinero no actuaba normalmente
de forma mecánica, de tal manera que los incrementos de la masa monetaria
no tenían por qué trasladarse en la misma proporción a
los precios, antes bien, podían tener una incidencia positiva sobre la
economía real: por eso, el exceso de numerario, lejos de dirigirse a
la importación de bienes de lujo extranjeros, debía de emplearse
en la propia economía nacional, en concreto, en la capitalización
de un sector manufacturero que seguía adoleciendo de la falta de un mínimo
desarrollo contrastado. Rey entendía, frente a lo que sostenía
Filangieri, que uno de los factores que en España más dificultaba
la recuperación de la población y del valor real del numerario
era precisamente el continuo recurso al abastecimiento desde el exterior de
géneros manufacturados, es decir, esa ancestral debilidad industrial
que obligaba a su país a "mantener su lujo con la industria ajena". España,
por tanto, no debía sólo "ayudar a la fertilidad de su terreno
con una buena cultura, sino también fomentar artes y manufacturas propias"[111]
: aseveración detrás de la cual existía una réplica
global, en clave de defensa de los intereses españoles, a la orientación
agrarista y subordinada en cuanto al desarrollo manufacturero que Filangieri
había reservado para España en el contexto del comercio internacional.
18. No deja de ser significativo que, frente a lo que hasta las Cortes de
Cádiz fue una recepción de la Scienza fragmentaria, condicionada
por la censura y marcada por su contenido económico, una vez celebradas
esas Cortes y promulgada en 1812 la Constitución liberal, que aportaba
una primera solución al trasfondo constitucionalista que poseía
la obra, esa recepción comenzara a ser más completa y fiel al
original[112].
Durante 1813-1823 se desarrolló el periodo más fértil para
la difusión de la Scienza en España. Si en ese primer año
vio la luz, de la mano de un nuevo editor anónimo, una segunda edición
de la traducción de Rubio, si bien aún muy deficiente, en cuanto
incompleta, incorrecta y todavía fuertemente censurada[113]
, en los poco más de tres años de régimen constitucional,
durante el Trienio liberal, fueron publicadas tres traducciones de la Scienza,
dos en 1821-1822 y en 1823, a cargo de un nuevo traductor, J. Ribera[114]
; y una tercera en 1822, correspondiente a la tercera y última edición
de la versión de Rubio, por fin virtualmente completa, si bien todavía
no libre plenamente de censuras[115]
. Es bien conocido, además, el ascendente de la obra en las discusiones
parlamentarias que precedieron a la aprobación en 1822 del primer código
penal español y en otras de contenido económico; ahora bien, desde
la óptica de la historia interna de la genealogía de la Scienza
en España, la pauta de este período la establece la disputa en
la que se engarzaron los dos traductores de la obra en defensa de sus respectivos
trabajos.Por lo que ahora conocemos, J. Ribera fue un influyente liberal español,
traductor de Filangieri, Say, Beccaria y Constant. Su primera versión
de la Scienza , publicada en 1821-1822 y reeditada un año después
sin apenas variaciones, respondió al noble esfuerzo de mejorar la calidad
de las dos traducciones previas de Rubio. Su trabajo, lejos de ser una simple
refundición de éstas, fue, aparentemente, totalmente nuevo. Poseía,
además, la importante particularidad de que, por vez primera, se trataba
de una traducción íntegra y, a tenor de la revisión que
hemos realizado de su libro II, de mucho mejor calidad que las dos previas de
Rubio. Ribera incluía las expresiones griegas, omitidas por éste;
castellanizaba con un criterio riguroso, y sin omitir ninguno, autores y textos;
respetaba la estructura original de los párrafos; y, lo que es más
importante, no censuraba ninguna nota o fragmento de párrafo. Así
pues, hubieron de pasar cuarenta y un años desde la primera edición
de la Scienza y treinta y cuatro desde la primera traducción española
de la misma para que España pudiera disfrutar de una versión íntegra
de la obra y, con toda probabilidad, libre de cualquier censura. Se daba además
la interesante paradoja de que este logro se solapaba con el momento en que
la obra comenzaba a ser actualizada. Ribera incorporó a su traducción
algunas breves notas propias para poner al día una obra que, pasadas
cuatro décadas, podía fácilmente considerarse desfasada.
En lo relativo al contenido económico, remitía al lector al Traité
de J. B. Say, el economista más influyente durante esos años en
España, para contrastar y modernizar los principios monetarios y tributarios
de Filangieri.
Fue el propio Ribera el responsable de publicar en 1836 una nueva edición
de la Scienza : la tercera propia y la sexta y última española.
Ésta poseía la gran particularidad de incluir una traducción
del Commentaire sur l´ouvrage de Filangieri (1822-1824) de B. Constant[116]
. La nueva versión no fue una simple reedición de sus dos traducciones
previas, cuanto una reedición ligeramente revisada. Respecto al libro
II, no sólo retiró las expresiones griegas y realizó otro
tipo de cambios formales de escasa importancia, sino que incorporó algunas
notas nuevas, con el fin de aclarar al lector español diversas cuestiones
relativas a la salud pública y de recomendarle las traducciones españolas
de la obra de Tocqueville y del Traité de Say. Tampoco la traducción
del Commentaire de Constant era una reproducción mimética.
Ribera fragmentó esta obra e incorporó sus diferentes capítulos
a continuación de los correlativos de la Scienza; varió
la estructura original de los párrafos; incluyó algunas breves
notas originales, si bien de escasa relevancia; aun manteniendo la gran mayoría
de los XLVI capítulos de la Scienza que fueron objeto de crítica
por parte del liberal francés, eliminó alguno de ellos, cambió
su orden e, incluso, su localización interna. Todo ello no es óbice
para considerar su traducción como de gran calidad. La serie de libros
que componen la biblioteca filangeriana en España se cierra con
el Compendio del Magistrado B. Latorre (o La Torre) [117]
. Fue elaborado durante la regencia de María Cristina, coincidiendo con
el ciclo final de influencia de la Scienza. Consistía en un resumen
muy condensado de sus libros I, II y III (en sus partes I y II); lo cerraba
un breve apéndice original sobre la situación penitenciaria española.
Su finalidad era promover la reforma de las leyes españolas y divulgar
las ideas de Filangieri en el contexto universitario; su mejor característica
era la voluntad de su autor de contrastar el contenido de la Scienza
con la realidad jurídica y económica española. Para ello
Latorre añadía nuevas y numerosas referencias, destinadas, unas
veces, a exponer el contenido de las leyes españolas y a compararlo con
los planteamientos de Filangieri; otras, a subrayar la necesidad de emprender
nuevas reformas legislativas; y, por último, la mayoría de las
veces, a actualizar las ideas del napolitano. El libro donde el valor añadido
por Latorre era superior es el tercero, algo lógico con su condición
de profesional de la judicatura: sus comentarios tenían como fuentes
los escritos del penalista español Gutiérrez, Beccaria, Lardizábal,
Bentham y R. de Salas. En cuanto al resumen del libro II, era poco preciso;
resulta evidente que fue realizado por alguien ajeno al mundo de las ideas económicas.
Latorre utilizaba ideas de Uztáriz, Bentham, Constant, Raynal, Salas
y Say, cuyo Traité era la obra complementaria más citada
por él. Existía una única divergencia con Filangieri. Frente
a la sintonía de éste con el impôt unique fisiócrata,
Latorre discrepaba de la conveniencia de cargar todo el peso de los impuestos
sobre la tierra y era partidario de repartir esa carga a "todos con igualdad"
y, principalmente, sobre "las rentas que destinan sus dueños a objetos
inútiles" [118]
.
19. En síntesis, a pesar del ambiente hostil que recibió en
un primer momento a la Scienza en España, el largo periplo europeo
que conoció esta obra tuvo una importante estación de llegada
en este país [119]
. En él alcanzará una difusión extraordinaria. Ésta
se materializó, principalmente, a través de once escritos de naturaleza
múltiple: seis traducciones, íntegras o parciales (en 1787-1789,
1813, 1821-1822, 1822, 1823 y 1836), un extracto referido al libro II (en 1784,
por Villava), un comentario crítico (1787) [120]
, una impugnación (en 1792, por Rey) y un compendio (en 1839, por Latorre);
a ello hay que sumar seis traducciones del Elogio que dedicó a
Filangieri D. Tommasi (fueron incluidas en las versiones españolas de
la Scienza), otras tres de las Riflessioni politiche del propio
Filangieri (en 1787 como texto independiente y en 1813 y 1822 incorporado a
las traducciones españolas de la obra) y, por último, uno del
Commentaire de B. Constant (en 1836, acompañando a la última
traducción española de la Scienza ). Esta difusión,
cuyo protagonismo recayó mayoritariamente en los profesionales del mundo
de las leyes, fue, además, según el correcto juicio de Venturi
[121]
, de larga duración; pues, como delatan las fechas de publicación
mencionadas, se prolongó entre 1784 y 1839, dándose la circunstancia
de que la Scienza fue uno de los escritos del Setecientos con una mayor
proyección en el siglo posterior, en el que aparecieron cinco de las
seis traducciones de que fue objeto.
Pocos escritos reflejan mejor que la Scienza las enormes dificultades
que acarreó para España la inagotable agonía del Antiguo
Régimen. Precisamente, las etapas de difusión de la obra se concentraron
en las épocas de libertad: el reinado de Carlos III, las Cortes de Cádiz,
el Trienio liberal y la Regencia de María Cristina; en cambio, aquélla
nunca fue difundida al amparo de los poderes absolutistas. También refleja
muy bien el enorme esfuerzo que hubieron de hacer los ilustrados y los liberales
españoles para que su país no quedara marginado del mundo de las
nuevas ideas: ya hemos mencionado que los españoles hubieron de esperar
cuarenta y un años para disponer de una traducción íntegra
y libre de censuras de la obra. Resulta muy llamativo que, aún en los
años veinte y treinta del siglo XIX, los traductores españoles
de Filangieri siguieran defendiendo la utilidad de su obra empleando términos
muy similares a los utilizados décadas atrás por sus predecesores
ilustrados. La Scienza podía ser objeto de actualización
o de correcciones concretas, y en eso se empeñaron Ribera o Latorre;
pero, en sentido estricto, la doble lectura de que fue objeto en tiempos tan
dispares como fueron el de la Revolución y el de la Restauración
únicamente se materializó en España a través del
Commentaire de B. Constant. Ningún liberal español fue
capaz de hacer pasar el espíritu utópico presente en la obra de
Filangieri por el filtro del liberalismo individualista, con su exigencia de
plena libertad económica y jurídica individual y su aversión
a la intervención legislativa, tal y como hizo ese gran teórico
francés del liberalismo [122]
. Todo ello refleja en sí mismo las diferencias que tuvo en los diferentes
países europeos el proceso de tránsito desde el reformismo ilustrado
hasta el emergente pensamiento liberal y los particulares ritmos de avance de
este último en cada uno de ellos.
20. La notable fortuna de la Scienza en España, al igual que
la que conocieron los escritos de Genovesi y Galiani, no se puede explicar al
margen de los innumerables vínculos que unían el Regno delle
Due Sicilie con la Monarquía española; vínculos, por
encima de todo, de naturaleza política - y particularmente intensos en
los primeros gobiernos de Carlos III, a raíz de la notable presencia
en ellos de políticos napolitanos y sicilianos[123]
-, pero que alcanzaron también un relieve muy significativo en el plano
cultural y de la transmisión de las ideas ilustradas, como explicó
reiteradamente Venturi. En este sentido, la recepción en España
de las obras de los economistas napolitanos - llegaron principalmente de la
mano de los ilustrados aragoneses y valencianos, como han mostrado J. Usoz y
P. Cervera - no se puede extrapolar de la que conoció la cultura ilustrada
napolitana en su conjunto. Ésta constituyó el componente fundamental
del flujo de ideas proveniente de Italia, de mayor relieve que el originado
por los ilustrados de Il Caffè arraigados en el Milán de
la Lombardía austríaca, exceptuando el notable caso de Beccaria[124].
La secuencia que recorrió fue, a grandes rasgos, la siguiente: primero,
se produjo la recepción en la universidad española, no sin ciertas
resistencias, de la obra filosófica de Genovesi; a continuación,
se difundió la vertiente más propiamente económica, a través
de los Dialogues de Galiani y las Lezioni de Genovesi, a la que
siguió, por último, la más específicamente jurídica,
de la mano de la Scienza de Filangieri. Esta última obra pudo
oscurecer la llegada posterior de los escritos de los discípulos napolitanos
de Genovesi y Filangieri (Palmieri, Pagano, Galanti, etc.), que serán,
en general, menos conocidos en España. A pesar de ello, el ciclo de traducción
y de influencia en este país de la cultura económica napolitana
trascenderá el siglo XVIII, cubriendo un horizonte temporal cercano a
las siete décadas (1770-1840). Quizá Venturi[125]
no fue capaz de apreciar la auténtica dimensión de este fenómeno,
por cuanto la huella que dejó en España el denominado por Galasso
"partito degli intellettuali napoletani" no fue menos relevante que la que dejaron
en tierra italiana los ilustrados españoles, mejor conocida gradualmente
gracias a los trabajos de N. Guastii[126]i,
y, en cualquier caso, fue algo más que una mera influencia "esporádica
o espontánea".
Desde una perspectiva española, la investigación que estamos desarrollando,
algunas de cuyas conclusiones se avanzan en este trabajo, viene a confirmar
la pluralidad intrínseca al intenso proceso de emergencia de la Economía
Política que conoció España a partir de 1760. Tal pluralidad
se refiere a la diversidad de los aspectos doctrinales contenida en los tratados
económicos de los tres autores napolitanos estudiados - ‘mercantilismo
tardío’, fisiocracia, cameralismo o antifisiocracia - y recibida
como tal en España. También alude a la naturaleza de las versiones
españolas de los mismos. Respecto a esta cuestión, se debe atribuir
un gran poder explicativo a la dimensión ‘oficial’ o ‘política’
de las traducciones - fue especialmente marcada en el caso de los escritos de
Genovesi y Galiani - y, asimismo, a la utilidad de las obras traducidas en el
marco de las reformas ilustradas en curso: mientras las Lezioni de Genovesi
deben de contextualizarse en el marco de renovación educativa emprendida
durante el reinado de Carlos III, los Dialogues de Galiani y la Scienza
de Filangieri se relacionarían, respectivamente, con los debates referidos
a la política económica y la reforma de la legislación.
La hondura de cada uno de estos cambios constituye un factor explicativo importante
de la dispar prolongación en el tiempo de la influencia de cada uno de
esos textos: nada extraña que el de difusión más prolongada
fuera la Scienza, con su ambicioso programa económico y político
de naturaleza republicana y constitucional[127].
Por otra parte, el conjunto de censuras, aclaraciones y modificaciones de todo
tipo que los ilustrados españoles introdujeron en sus traducciones constituye
un reflejo de un proceso de transmisión de ideas económicas que,
en cuanto dirigido hacia una realidad cultural más atrasada que la napolitana,
exigió un depurado proceso de adaptación de las mismas a la nación
receptora. El problema, desde la perspectiva de esta última, se complicó
en la medida en que con la Scienza de Filangieri el orden de prioridades
se transformó de una manera sustancial, al situar en el centro de la
escena la defensa de los derechos políticos y económicos individuales:
lo que hasta esa fecha habían sido tan sólo censuras ligeras y
modificaciones parciales del contenido de los textos originales (de hecho, pocas
traducciones españolas de tratados económicos foráneos
poseyeron en el siglo XVIII español el grado de matización con
el que Villava enriqueció su versión española de las Lezioni
de Genovesi), se convirtió a partir de ese momento en una actitud de
censura deliberada, abriéndose un período de mayores dificultades
para una recepción fiel de la cultura ilustrada napolitana en España.
En cualquier caso, y ciñéndonos al programa económico,
las matizaciones introducidas por los traductores españoles nunca terminaron
por establecer las importantes diferencias que, por ejemplo, J. Robertson ha
detectado entre los economistas escoceses y napolitanos acerca de los requisitos
para alcanzar el desarrollo económico y el papel que en ello correspondía
jugar al comercio[128]. Todo ello viene a
incidir nuevamente en la conveniencia de establecer modelos interpretativos
de la circulación de las ideas económicas apropiados para el caso
de los países económica y científicamente atrasados.
21 . Mientras, en el plano de las relaciones italo-españolas durante el siglo de la Ilustración y sus secuelas cronológicas posteriores, el proceso de migración de ideas económicas desde Nápoles a España viene a reivindicar para el Regno el papel de un activo epicentro creador de un flujo intelectual, que fue recibido en la Monarquía sin mediar agentes foráneos intermedios y, con toda probabilidad, utilizando como lengua de transmisión el idioma italiano. Esta cuestión viene a añadir nuevos argumentos a la corriente interpretativa que, particularmente desde la década de 1970, trata de combatir la identificación de la Ilustración con los philosophes franceses, en favor de otra de naturaleza ‘policéntrica’, que, sin negar el alto prestigio de la cultura ilustrada francesa, asuma también la relevancia de otros núcleos nacionales[129]. Ahora bien, también parece conveniente delimitar la utilidad del conocido enfoque del "national context": éste, llevado hasta sus últimas consecuencias, justificaría la existencia de numerosas ‘Ilustraciones’ (en plural), definidas en términos nacionales, negando, en cambio, la convicción de que hubo una ‘Ilustración’ (en singular) con rasgos unitarios [130]. Esta doble dimensión ‘patriótica’ y ‘cosmopolita’, a la vez, de la Ilustración, siempre destacada por Venturi, puede reflejarse en el proceso que durante el siglo XVIII aupó de forma gradual a la economía política a la condición de disciplina imprescindible para alcanzar la mejora de la condición humana: al mismo tiempo que hoy no es posible interpretar fuera del contexto europeo el fructífero proceso intelectual que en torno a esa ciencia desarrollaron los focos más innovadores de la misma - por ejemplo, la Ilustración escocesa -, lo que se va conociendo de los diferentes procesos de migración, absorción y adaptación de las ideas ilustradas a los diferentes marcos nacionales viene a poner de relieve que esas ideas, una vez modificadas, siguieron conservando fragmentos de identidad propios del conjunto de la Ilustración. Es decir, al mismo tiempo que se remarca la diversidad nacional, es importante destacar también que tal diversidad de raíz ‘patriótica’ se articuló dentro de un discurso común y ‘cosmopolita’ de economía política, entre pensadores que usaban y comprendían un lenguaje conceptual similar y que poseían un sentido arraigado de pertenencia a un movimiento de dimensión internacional. Es en este sentido preciso en que conviene recuperar los diferentes ‘diálogos’ recíprocos que se sucedieron también en la ‘otra’ Europa, si bien, como insistía recientemente Galasso [131], en la consciencia de que solamente en un marco de interpretación europeo se podrá alcanzar una respuesta satisfactoria y alejada de cualquier prejuicio nacionalista al problema histórico de las relaciones entre Nápoles y España y a la naturaleza del sostenido diálogo en la periferia del continente que los súbditos de la Monarquía y el Regno protagonizaron durante prolongados períodos de tiempo.
* Este trabajo se integra en el Proyecto de Investigación de la Universidad de Zaragoza n񁯕-72. También ha sido posible gracias a una beca del Programa Europa de la D.G.A.- C.A.I. (año 2003). Quiero mostrar mi agradecimiento a V. Ferrone (Universidad de Turín), A. Trampus (Universidad de Venecia), R. Pasta, V. Becagli, R. Minuti, N. Guasti (Universidad de Florencia), G. Muto, A. M. Rao y E. Chiosi (Universidad de Nápoles).
[1] Dialogue in Political Economy. Translations from and into German in the 18th Century, Boston, Harvard University, 1977.
[2] La mejor interpretación general del período es la de V. Llombart, “El pensamiento económico de la Ilustración en España (1730-1812)”, en E. Fuentes Quintana (ed.), Economía y economistas españoles. Tomo III. La Ilustración, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2000, pp 7-89. En el ámbito de la traducción, el trabajo más completo ha sido hasta la fecha el de J. Reeder, “Bibliografía de traducciones, al castellano y catalán, durante el siglo XVIII, de obras de pensamiento económico”, Moneda y Crédito, CXXVI, 1973, pp. 57-77.
[3] “Economisti e riformatori spagnoli e italiani del Settecento”, Rivista storica italiana, LXXIV, 3, 1962, pp. 532-561; trad. esp. “Economistas y reformadores españoles e italianos del siglo XVIII”, en F. Estapé (ed.), Textos olvidados, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1973, pp. 203-252.
[4] Entre la extensa bibliografía existente, pueden verse, por ejemplo, las síntesis de F. Di Battista, L´emergenza ottocentesca dell´economia politica a Napoli, Bari, Facoltà di Economia e Commercio, 1983, y de R. Faucci, L´economia politica in Italia, Torino, UTET, 2000, pp. 49-57 y 99-107.
[5] “Illuminismo e organizzazione della cultura”, Studi storici, XXII, 1981, 251-276, en particular p. 276.
[6] En palabras de L. Villari, “una delle più organiche elaborazioni di riforme scolastiche”: cfr. Il pensiero economico di Antonio Genovesi, Firenze, F. Le Monnier, 1958, p. 23.
[7] Dos buenas guías, sobre esta cuestión siguen siendo, ambas de M. y J. L. Peset, El reformismo de Carlos III y la Universidad de Salamanca, Salamanca, Universidad, 1969, y La Universidad española (siglos XVIII y XIX). Despotismo ilustrado y revolución liberal, Madrid, Taurus, 1974.
[8] Cfr. Scritti economici, ed. de M. L. Perna, Napoli, Istituto Italiano per gli Studi Filosofici, II voll., 1984.
[9] En particular, los conocidos trabajos de P. Zambelli, E. Garin, F. Venturi y, más recientemente, E. Pii. Para otras tendencias historiográficas que ha suscitado el catedrático napolitano y su progresiva "miglior collocazione nella storia del pensiero economico", puede verse, de F. di Battista, "La storiografia su Genovesi oggi", en Id., Dalla tradizione genovesiana agli economisti liberali, Bari, Cacucci, 1990, pp. 25-40.
[10] F. Venturi, Settecento riformatore, Torino, Einaudi, 1969-1984, vol. I, pp. 522-537; Id., "Nota introduttiva", en A. Genovesi, Scritti, Torino, Einaudi, 1977, pp. XI-XIV; V. Ferrone, Scienza natura religione. Mondo newtoniano e cultura italiana nel primo Settecento, Napoli, Jovene, 1982, por ejemplo, pp. 502-504 y 525-529.
[11] F. Villalpando, Philosophia, Madrid, Joaquín Ibarra, III voll., 1777-1778.
[12] G. Zamora, Universidad y filosofía moderna en la España ilustrada. La labor reformista de Francisco de Villalpando (1740-1797), Salamanca-Roma, Ediciones Universidad de Salamanca-Istituto storico dei Cappuccini, 1989, pp. 146 y ss. El gran volumen de los escritos filosóficos de Genovesi depositado en las bibliotecas españolas hace pensar que fueron muy consultados, siendo probable que las casas editoriales italianas los publicaran pensando también en el mercado español. Su autoridad en España debió de ser importante cuando se apelaba a su nombre, de forma descontextualizada, para defender un plan de enseñanza de la religión de fuerte sabor escolástico (Carta circular del General de los Carmelitas Descalzos, a todos sus súbditos, sobre el método de estudios, establecido por el Eminentísimo Señor Cardenal Don Nicolás Colona de Stigliano, Nuncio de su Santidad en estos Reinos, Madrid, José Doblado, 1785, p. 19). En 1804 M. M. de Mármol, Catedrático de Universidad y Director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y de la Sociedad Económica de Sevilla, realizó una edición en forma de epítome de su Ars Logico-critica ([Sevilla], Viuda de Hidalgo, 1806).
[13] No obstante, siempre, al parecer, en conjunción con las Instituciones filosóficas de Jacquier. Esta obra, concebida para agradar a "los profesores escolásticos y falsos renovadores" (cfr. Peset, La Universidad cit., p. 240), fue editada en España en diversas ocasiones a partir de 1777.
[14] Los sectores conservadores de la universidad de Salamanca entendían que el texto contenía ideas "libertinas, filoheréticas y hasta obscenas", procedentes de Descartes, Malebranche o Leibniz, y lo consideraban ofensivo "a todo lo escolástico", inclinándose, por este motivo, en favor del tratado de Jacquier. Otras muestras de la enorme hostilidad con que fue acogido en esa universidad se describen en G. Zamora, Francisco de Villalpando (1740-1797). Introductor oficial de la filosofía moderna en España, Salamanca, Pontificia Universitas Gregoriana,1982. Por su parte, J. Prats ha estudiado la recepción positiva en un centro no especialmente modernizador, como fue la Universidad catalana de Cervera: cfr. La Universitat de Cervera i el reformisme Borbonic, Lleida, Pagès editors, 1993, pp. 318-320.
[15] J. Danvila, Lecciones de Economía Civil ó de el Comercio, escritas para el uso de los caballeros del Real Seminario de Nobles, Madrid, Joaquín Ibarra, 1779. Existe una reedición facsímil: Madrid, Marcial Pons, 1994.
[16] Se trata, respectivamente, de "Algunos comentarios a la publicación del Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general de Cantillon", Moneda y Crédito, XXXIX, 1951, y de "Notas sobre la peculiar introducción del pensamiento económico de Cantillon por un ilustrado valenciano: B. J. Danvila y Villarasa", en AA.VV., Primer Congreso de Historia del País Valenciano, Valencia, Universidad de Valencia, vol. III , 1976, pp. 741-750.
[17] P. Cervera, "Las Lecciones de Economía Civil ó de el Comercio de B. J. Danvila y Villarasa", Cuadernos Aragoneses de Economía, VIII, 1, 1998, pp. 143-162. Su análisis se amplía considerablemente en El Pensamiento Económico de la Ilustración Valenciana, Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003, pp. 103-122. Por lo demás, el tratado de Danvila era considerado deudor de las Lezioni en los mismos ambientes ilustrados españoles, por ejemplo, entre los miembros de la Sociedad Aragonesa, que lo calificaban de "diminuto extracto" de esa obra: cfr. Archivo de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País (A. R. S. A. A. P.), Acta de 15 de septiembre de 1786, f. 182v.
[18] Para una historia de la Cátedra durante la etapa de la Ilustración, pueden consultarse: F. Correa, La Cátedra de Economía y Comercio de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País durante el siglo XVIII, [Zaragoza], El Heraldo de Aragón, [1950], y J. F. Forniés, "La Cátedra de Economía Civil y Comercio de Zaragoza en el período de la Ilustración (1784-1808)", Información Comercial Española, DXII, 1976, pp. 108-118. Ambos trabajos fueron reeditados en La Cátedra de Economía Civil y Comercio de Zaragoza fundada y sostenida por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (1784-1846), Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1984. En cuanto a la historia de la Cátedra napolitana, puede verse, F. Di Battista, “Per la storia della prima cattedra universitaria d´Economia. Napoli 1754-1866”, en M. Augello, M. Bianchini, G. Gioli y P. Roggi (eds), Le cattedre di Economia Politica in Italia, Milano, Angeli, 1988, pp. 31-46. Y en cuanto al papel de esa Cátedra en el conjunto italiano, en ese mismo volumen, el trabajo de G. Gioli, "La nascita e l´affermazione dell´insegnamento dell´Economia Politica in Italia: continuità e discontinuità (1750-1900)", ivi, pp. 385-410.
[19] Cfr. M. Martín, "La institucionalización de los estudios de Economía Política en la Universidad española (1784-1857)”, en Marqués de Valle Santoro, Elementos de Economía Política con aplicación particular a España, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1989, pp. xvii-xxii.
[20] Es importante también señalar que en 1783 el gobierno había establecido a corregidores y alcaldes la obligación de instruirse en temas económicos.
[21] L. Normante, Discurso sobre la utilidad de los conocimientos económico-políticos, y la necesidad de su estudio metódico, Zaragoza, Blas de Miedes, [1784]; reed. de A. Peiró, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1984, p. 38.
[22] En esa línea ha sido interpretada, en fechas más recientes, por J. Usoz, Pensamiento económico y reformismo ilustrado en Aragón, 1760-1800, Tesis Doctoral, Universidad de Zaragoza, 1996, pp. 394-431; “El pensamiento económico de la Ilustración aragonesa”, en E. Fuentes Quintana (ed.), Economía y economistas cit., pp. 583-606.
[23] Esta cuestión se explica con una mayor extensión en J. Astigarraga, "Victorián de Villava, traductor de Gaetano Filangieri", Cuadernos aragoneses de economía, VII, 1997, pp. 171-186.
[24] Normante, Discurso cit., p. 4.
[25] Genovesi, Scritti economici cit., vol. I, pp. 9-57.
[26] L. Normante, Proposiciones de Economía Civil y Comercio, Zaragoza, Blas Miedes, [1785]; reed. de A. Peiró, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1984. Un comentario más amplio se encuentra en Usoz, Pensamiento cit., pp. 359-368.
[27] Normante, Proposiciones cit., pp. 29-37.
[28] Ibid., pp. 83 y ss.
[29] Si todo lo expuesto no fuera suficiente para remarcar la profunda huella que dejó en Normante la experiencia docente napolitana, conviene recordar que el tercer y último escrito publicado por el catedrático zaragozano, concretamente en 1786, fue una versión resumida del Essai de J. F. Melon, Espíritu del Señor Melon en su Ensayo político sobre el comercio, Zaragoza, Blas de Miedes, [1786]; reed. de A. Peiró, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1984. Otro discípulo de Genovesi, F. Longano, había realizado ocho años antes una versión de ese mismo texto, si bien crítica respecto a sus posiciones liberalizadoras.
[30] A. Genovesi, Lecciones de comercio, o bien de economía civil del abate Antonio Genovesi, Catedrático de Nápoles, Madrid, Joaquín Ibarra, III voll., 1785-1786. En cuanto a la edición italiana, hemos consultado las Lezioni di Commercio o sia d´Economia Civile dell´Ab. Antonio Genovesi, Regio Cattedratico di Napoli, Bassano, Remondini, II voll., 1769.
[31] Orden del Conde de Floridablanca comunicada al Director de la Sociedad Aragonesa (San Ildefonso, 17 de Agosto de 1784), A. R. S. A. A. P., Acta de 27 de Agosto de 1784, ff. 123-124.
[32] Genovesi, Lecciones cit., vol. I, “Discurso Preliminar”, pp. xv-xvi.
[33] Las "Notas del Traductor" se encuentran en Genovesi, Lecciones cit., vol. I, pp. 255-279; vol. II, pp. 169-187; vol. III, pp. 304-322.
[34] Ibid., vol. I, “Discurso Preliminar”, p. xviii.
[35] Ibid., pp. 259-262, 270 y 274.
[36] Ibid., pp. 267-270.
[37] Ibid., p. 263.
[38] Ibid., vol. II, pp. 170-172.
[39] Ibid., vol. III, pp. 322-350.
[40] Ibid., vol. I, “Discurso Preliminar”, p. xix.
[41] Settecento riformatore, Torino, Einaudi, 1969, vol. I, p. 639.
[42] La traducción fue objeto de un detallado informe por parte de dos miembros de la dirección de la Sociedad Aragonesa, J. A. Hernández de Larrea y A. Mon y Velarde. El problema principal lo suscitaron las notas de Villava: "Aunque algunas de las notas se conforman con el original e intentan impugnarlo y corregirlo, y tampoco nosotros estamos de acuerdo en ellas con el Sr. Villava, nos persuadimos que, como son en materias opinables, habrá tenido sus razones poderosas para apartarse del célebre Genovesi". A pesar de ello, la valoración del trabajo era muy positiva: "la traducción es muy correspondiente al original y está en castellano correcto y puro", y también "hecha con inteligencia de los idiomas y de la materia". La Sociedad Aragonesa nombró a Villava socio de mérito y le animó a continuar "esta especie de trabajos y todos los demás que puedan convenir a la ilustración de nuestros ciudadanos". Cfr. A. R. S. A. A. P., Acta del 15 de septiembre de 1786, ff. 181-185. En los años posteriores Villava traduciría a Carli, el marqués de Casaux y, seguramente, Filangieri.
[43] Venturi, "Nota introduttiva" cit., p. xxviii. También, G. Galasso, "Il pensiero economico di Genovesi", en AA.VV., Nuove idee e nuova arte nel Settecento italiano, Roma, Accademia nazionale dei Lincei, 1977, pp. 337-359, y E. Pii, Antonio Genovesi, Firenze, L. S. Olschki, 1985, p. 50.
[44] A. R. S. A. A. P., Acta del 21 de octubre de 1785, ff. 277-285.
[45] Ibid., Acta del 14 de Agosto de 1795, ff. 134-135.
[46] Sobre este interesante episodio de la historia de la universidad española durante la Ilustración, pueden verse: M. del Peral, "Sobre Ramón de Salas y la incorporación de la Economía Civil a la enseñanza universitaria", Investigaciones Económicas, VI, 1978, pp. 167-190; S. Rodríguez, Renacimiento universitario salmantino a finales del siglo XVIII. Ideología liberal del Dr. Ramón de Salas y Cortés, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1979, pp. 133-135; R. Robledo, "Reformadores y reaccionarios en la Universidad de Salamanca a finales del siglo XVIII, algunos testimonios", Estudi General, XXI, 2001, pp. 283-305.
[47] Robledo, "Reformadores" cit., p. 289. En esos mismos años - cfr. Peset, La Universidad cit., p. 236 - la Universidad de Salamanca impidió la consolidación de un moderno colegio de filosofía. El nombre de Genovesi era mencionado junto a los de Hobbes, Grocio, Leibniz, Locke, Helvecio, Rousseau, Diderot, d´Alembert y otros autores que “han esparcido, en el orbe moral y político, las tinieblas y la confusión, en vez de ilustrarle”.
[48] Del Peral, Sobre Ramón de Salas cit., p. 187.
[49] Tal y como se explica en G. Anes, "La Encyclopédie Méthodique en España", en J. L. García Delgado y J. Segura (eds), Ciencia social y Análisis Económico, Madrid, Tecnos, 1978. Floridablanca pensó en Villalpando para dirigir la Academia de Ciencias de Madrid, proyecto que nunca se llevó a término.
[50] "Prefazione", en "Trattati italiani del secolo XVIII", en Biblioteca dell´economista, p. s., vol. III, Torino, L. Pomba, 1852.
[51] Venturi, Settecento cit., vol. I, p. 629. Genovesi, convencido de que Nápoles debía de aprender de la experiencia de las naciones comerciales más avanzadas, como Gran Bretaña, prestó una atención particular a los trabajos de T. Mun, J. Cary, etc. Cfr. A. Genovesi, Scritti economici, cit., passim.
[52] L. Iraci, Momenti del pensiero economico, Roma, Bulzoni, 1967, p. 64. En esta misma línea debe de encuadrarse también la interpretación de C. Perrotta de Genovesi como autor de una teoría del desarrollo económico alternativa a la de Smith: "Il contributo di Genovesi alla teoria illuminista dello sviluppo”, en A. Roncaglia (ed.), Alle origini del pensiero economico in Italia. Moneta e sviluppo negli economisti napoletani dei secoli XVII-XVIII, Bologna, Il Mulino, 1995, pp. 73-96.
[53] Galasso, Il pensiero cit., p. 345. Por tanto, nos hallamos ante uno de tantos viajes de ida y vuelta que conocieron las ideas económicas en la Europa del siglo XVIII. Venturi ha presentado a Genovesi como el primer autor en ser consciente de las similitudes económicas entre España e Italia y pretender aplicar en su país las reflexiones de G. Uztáriz y B. Ulloa, tal y como décadas después harán los ilustrados españoles con sus Lezioni: cfr. "Economistas y reformadores” cit., pp. 203-209. Sobre la importancia del grupo de V. de Gournay en la internacionalización de los tratados de Uztáriz y Ulloa, puede verse N. Guasti, “Forbonnais e Plumard, traduttori di Uztáriz e Ulloa”, Il pensiero economico italiano, VIII, 2, 2000, pp. 71-97.
[54] Pii, Antonio Genovesi cit., pp. 19-21, 49-52.
[55] Di Battista, L´emergenza cit., pp. 13-14; R. Faucci, L´economia cit., pp. 54-55. La Ilustración española tuvo un profundo tono agrario, exceptuando las heterodoxias industrialistas catalana y vasca. Sobre éstas, pueden verse, respectivamente, E. Lluch, El pensament econòmic a Catalunya (1760-1840), Barcelona, Edicions 62, 1973, y J. Astigarraga, Los ilustrados vascos. Ideas, instituciones y reformas económicas en España, Barcelona, Crítica, 2003.
[56] G. Anes, "La Revolución francesa y España", en Id., Economía e “Ilustración” en la España del siglo XVIII, Barcelona-Caracas-Méjico, Ariel, 1969, pp. 139-198.
[57] Correa, La Cátedra cit, pp. 21-25.
[58] Robledo, Reformadores cit., pp. 295-299.
[59] Peset, La Universidad cit., p. 223. Conclusiones similares se desprenden de estudios más recientes sobre diferentes centros universitarios, por ejemplo, Cervera (cfr. Prats, La Universitat cit., pp. 337-338 y 402-403) o Alcalá de Henares (cfr. L. M. Gutiérrez y P. Ballesteros, Cátedras y catedráticos de la Universidad de Alcalá en el siglo XVIII, Alcalá de Henares, Universidad, 1998, pp. 237-238). En esos mismos años J. Sempere y Guarinos escribía que, mientras en España no habían existido grandes dificultades para aceptar la heterodoxia jurídica, existía, en cambio, "mucho reparo no sólo en abrir la puerta a Newton, Musschenbroek o cualquier otro filósofo sectario, sino a Jacquier, el Genuense y otros católicos, recibidos y estudiados en otras universidades y seminarios de la cristiandad": cfr. Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III, Madrid, Imprenta Real, VI tt., 1785-1789; cfr. la ed. facsímil, Madrid, Gredos, III voll., 1969, II, p. 3.
[60] Las Lezioni orientaron las enseñanzas que se impartieron durante esos años en la Academia de Economía Política, fundada al amparo de esa Sociedad Económica. La iniciativa del proyecto correspondió a J. A. Mon, Oidor de la Real Audiencia de Mallorca y Director de la Sociedad. Más informaciones figuran en G. Móra, Els orígens del capitalisme a Mallorca. Pensament econòmic i progressos materials (1776-1895), Barcelona, Curial, 1995, pp. 41-54. Todo ello viene a reforzar la importancia del ‘factor’ aragonés en el inicio de la institucionalización de la enseñanza de la Economía Política en España: J. A. Mon era pariente muy próximo de A. Mon y Velarde, que ostentó el cargo de Director de la Sociedad Aragonesa: cfr. A. R. S. A. A. P, Acta del 28 de julio de 1786, f. 134.
[61] Las Lecciones de Danvila fueron publicadas en Zaragoza, Francisco Magallón, 1800, y la traducción de Villava en Madrid, José Collado, III voll., 1804. De Montesquieu, aludimos a Del espíritu de las leyes por Mr. Montesquieu, Madrid, Imprenta de Villalpando, IV voll., 1820-1821; 2ª ed., Madrid, Imprenta Nacional, IV voll., 1822. Ambas versiones fueron realizadas por el polifacético liberal español J. López de Peñalver; una reconstrucción de su vida y escritos se encuentra en el “Estudio introductorio” de E. Lluch a los Escritos de López de Peñalver, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1992.
[62] F. Diaz, "Introduzione" a La letteratura italiana. Storia e testi. Illuministi italiani. T. VI. Opere di F. Galiani, Milano-Napoli, 1975, p. xvii.
[63] Venturi, Settecento cit., vol. I., p. 490.
[64] Diaz, "Introduzione" cit., p. xviii.
[65] Es probable que este ilustrado vasco utilizara la obra de Galiani en la fundamentación de su teoría del valor subjetiva. Cfr. J. M. Barrenechea, Valentín de Foronda, reformador y economista ilustrado, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1984.
[66] L. Einaudi, "Galiani economista", en Id., Saggi bibliografici e storici intorno alle dottrine economiche, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1953, pp. 281-282; F. Cesarano, "Galiani e il ruolo della politica economica", en Roncaglia (ed.), Alle origini cit., pp. 97-119, en particular pp. 97-98.
[67] Este hecho vendría a resaltar, una vez más, la trascendencia de Aragón en la importación a España del pensamiento económico italiano. También resulta evidente - como estamos investigando con más detalle - la importante labor de intermediación que desempeñó la Embajada de España en París en la llegada a este país de distintos textos económicos emblemáticos de la Ilustración europea, ya confirmada, por ejemplo, en casos como los de J. Necker o T. Raynal, ambos cuando esa Embajada se hallaba bajo la dirección del Conde de Aranda.
[68] Un dato muy significativo de este olvido de la vertiente española de Galiani se encuentra en los numerosos estudios que F. Nicolini dedicó a su figura en los que siempre dio prioridad a sus vertientes italiana, francesa e, incluso, alemana; en realidad, tan sólo dedicó algo de atención a esa cuestión en el Apéndice VII de su edición de los Dialogues, Milano-Napoli, R. Ricciardi editore, 1959, pp. 390-395.
[69] Diaz, "Introduzione" cit., pp.xlviii-liii. Cfr. G. Faccarello, "Galiani, Necker and Turgot", en Id. (ed.), Studies in the History of French Political Economy, London-New York, Routledge, 1998, pp. 121-124.
[70] Un análisis de las motivaciones políticas, económicas y doctrinales de esa política liberalizadora pueden verse en C. de Castro, El pan de Madrid. El abasto de las ciudades españolas del Antiguo Régimen, Madrid, Alianza editorial, 1987, pp. 115 y ss.; y V. Llombart, Campomanes, economista y político de Carlos III, Madrid, Alianza editorial, 1992, pp. 155-190. En cualquier caso, en la interpretación que apuntamos, debe tenerse presente que la política española no puede tratarse como una mera imitación de la francesa, entre otros motivos por que las condiciones agrarias eran diferentes, al igual que las circunstancias que precedieron a la legislación francesa liberalizadora de 1763-1764. Cfr. S. Kaplan, Bread, Politics and Political Economy in the Reign of Louis XV, The Hague, M. Nijhoff, vol. I, 1976, pp. 144-163.
[71] Una interpretación reciente de la extensa bibliografía referida al ‘motín de Esquilache’ y a otras ‘algaradas’ y ‘clamores’ que se extendieron durante la primavera de 1766 en casi toda la geografía española, asimilables a la tipología del pre-riot propuesta por Kaplan para Francia (cfr. Bread cit, vol. I., pp. 194-200), figura en P. Fernández Albaladejo, Fragmentos de Monarquía, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pp. 429-437.
[72] Nicolini, Dialogues cit., p. 393.
[73] Ibid., pp. 392-393. Y, mientras tanto, Galiani (Nápoles, 17 de febrero de 1770) respondía desde Nápoles al Duque de Villahermosa, uno de sus corresponsales españoles, aludiendo a la recepción de su obra: “Grand bruit, grandes refutations, grande persecution contre l´auteur, mais toutes fois qu´une question traitée avec une obscurité affectée, et rendue par cela interminable, est mise à la portée de tout le monde, le publique prend son parti et en moins de cinquante ans l´Europe a décidé la question. Les économistes seront regardés en politique comme les jésuites en morale, et tout le monde mangera son bled et son pain.” Cfr. M. Menéndez Pelayo, “Lettres inédites de Beaumarchais, Galiani et D´Alembert adressées au Duc de Villahermosa”, Revue d´Histoire Littéraire de la France, 15 de julio de 1894, pp. 332-333.
[74] F. Venturi, "Galiani entre les encyclopédistes et les physiocrates", en Id., Europe des Lumières. Recherches sur le 18e siècle, Paris-La Haye, Mouton, 1971, p. 176.
[75] Diaz, "Introduzione" cit., pp. xlvii-xlviii.
[76] "Galiani" cit., p. 176.
[77] Tal y como se explica en diferentes estudios de E. Lluch y Ll. Argemí, en particular, en Agronomía y fisiocracia en España (1750-1820), Valencia, Alfons el Magnànim, 1985, pp. 45-100. Argumentos que matizan esta tesis, ya clásica, de la Ilustración económica española se encuentran en V. Llombart, "Market for ideas and reception of Phisiocracy in Spain: some analytical and historical suggestions", The European Journal of History of Economic Thought, II, 1, 1995, pp. 29-52; y J. Astigarraga, Los ilustrados cit., por ejemplo, pp. 86-87, 117-118 o 207-223.
[78] J. Reeder, “Economía e Ilustración en España: traducciones y traductores, 1717-1800”, Moneda y Crédito, CXLVII, 1978, pp. 59-61.
[79] Teniendo presentes las posiciones de los economistas españoles más importantes de este periodo, tales como E. Ramos, N. de Arriquíbar, T. de Anzano, P. de Campomanes, F. Romà o P. de Olavide, las influencias más importantes procedieron del grupo de V. de Gournay (Herbert, Forbonnais y Plumard de Dangeul) y del Mirabeau pre-fisiócrata; mientras, las ideas fisiócratas, aun siendo más conocidas de lo que se supone, fueron marginadas.
[80] La más importante fue, sin duda, la de Foronda. Pueden verse sus Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la Economía Política, y sobre las Leyes Criminales [Madrid, Manuel González, II voll., 1789-1794], ed. de J. M. Barrenechea, Vitoria, Gobierno Vasco, 1994, en particular, las cartas n. IX del vol. I y n. IV del vol. II; y, asimismo, los fundados argumentos de J. M. Barrenechea expuestos en el "Estudio Preliminar", ivi, pp. xv-cxxvi, y Id., Valentín de Foronda,cit., pp. 222 y ss.
[81] Tal y como dejará entrever también, pocos años después, la rápida y exitosa aceptación de las posiciones metodológicas de Necker, incluso en un autor tan influyente como Jovellanos; cfr. J. Astigarraga, "Necker en España (1780-1800)", Revista de Economía Aplicada, XXIII, 2000, p. 125.
[82] Llombart, Campomanes cit., pp. 282-283.
[83] P. de Campomanes, Apéndice a la Educación Popular, Madrid, Antonio de Sancha, vol. I, 1775, p. 45. En un tono muy similar se había referido a los Dialogues en su Discurso sobre el fomento de la industria popular, Madrid, Antonio de Sancha, 1774, p. ix. Sin embargo, cuestión bien distinta es suponer que Campomanes habría aceptado ideas esenciales de la obra de Galiani, por ejemplo, las explicadas en el quinto Dialogue en el que se defiende la superioridad de la manufactura sobre la agricultura.
[84] Diálogos sobre el comercio de trigo, atribuidos al abate Galiani. Traducidos del francés, Madrid, Joaquín Ibarra, 1775.
[85] De los delitos y de las penas, Madrid, Joaquín Ibarra, 1774.
[86] Diálogos cit., “Dedicatoria”, sin paginar.
[87] Principalmente, los que se refieren a la labor de Galiani como consejero del Tribunale del Commercio; por ejemplo, F. Diaz, Per una storia illuministica, Napoli, Guida, 1973, pp. 289 y ss.
[88] "Galiani " cit. También pueden consultarse, de F. Nicolini los Appendici a su edición de los Dialogues cit, y F. Diaz, "Introduzione" cit., pp. lxviii-lxxxiv.
[89] Diálogos cit., p. 236.
[90] Astigarraga, "Necker" cit., pp. 119-141.
[91] "Nota introduttiva", en Illuministi Italiani. Riformatori napoletani: Gaetano Filangieri. Scritti, Torino, Einaudi, 1976, p. liv. Para un marco más amplio de lo que se explica en este epígrafe, nos remitimos a un trabajo de próxima aparición de J. Astigarraga, inserto en un volumen colectivo sobre la internacionalización de la obra de G. Filangieri, a cargo del Centro di Studi sull´Illuminismo Europeo Giovanni Stiffoni de la Universidad de Venecia.
[92] G. Filangieri, Scienza della legislazione, ed. de P. Villari, Firenze, F. Le Monnier, 1864, p. 41.
[93] Ibid., pp. 40-41.
[94] Diaz, Per una storia cit., p. 454. La obra de Filangieri ha sido considerada el punto de arranque de una ofensiva más global y radical contra el poder político y económico del baronaggio, superando el “prudente, contenuto e misurato” mensaje de Genovesi, y encontrará prolongación en las obras de los seguidores de Filangieri (Galanti, Delfico, Palmieri, etc.). Una completa síntesis figura en A. M. Rao, L´"amaro della feudalità". La devoluzione di Arnone e la questione feudale a Napoli alla fine del Settecento, Napoli, Guida, 1984, pp. 39 y ss.
[95] V. Ferrone, I profeti dell´Illuminismo. La metamorfosi della ragione nel tardo Settecento italiano, Roma-Bari, Laterza, 1989, p. 340. Sobre el trasfondo de los cambios políticos y económicos subyacente a la elaboración de la Scienza, puede verse D. Carpanetto y G. Ricuperati, L´Italia del Settecento, Roma-Bari, Laterza, 1986, pp. 363-366.
[96] Historia del Análisis Económico, Barcelona, Ariel, 1971, pp. 214-215, 237-240.
[97] Tal y como ha sido considerada, tradicionalmente, por P. Gentile, G. Tagliacozzo, R. Romero o G. H. Bousquet, por ejemplo.
[98] Pueden verse, partiendo del primer análisis de L. Villari, "Note sulla fisiocrazia e sugli economisti napoletani del Settecento", en AA.VV., Studi sul Settecento italiano, Napoli, Istituto Italiano per gli Studi Storici, 1968, pp. 224-251; los trabajos de O. Nuccio, Economisti e riformisti meridionali nel Settecento, Roma, Bizarri, 1971; y de D. Fiorot, "Alcune considerazioni sulle idee sociali ed economiche di Gaetano Filangieri", en AA.VV., Gaetano Filangieri e l´Illuminismo europeo, Napoli, Guida, 1991, pp. 337-359.
[99] Liberalismo, no obstante, totalmente insuficiente para F. Ferrara, a quien molestaba esa mezcla entre "la ingerenza e la libertà" que caracteriza el volumen II de la Scienza: cfr. "Prefazione" cit., p. 210.
[100] De acuerdo, todo ello, con la reciente interpretación de V. Ferrone, La società giusta ed equa. Repubblicanesimo e diritti dell´uomo in Gaetano Filangieri, Roma-Bari, Laterza, 2003.
[101] S. Cotta, Gaetano Filangieri e il problema della legge, Torino, G. Giappichelli, 1954, p. 49.
[102] R. Ajello, Arcana juris. Diritto e politica nel Settecento italiano, Napoli, Jovene, 1976, pp. 311-312.
[103] Pueden verse, a este respeto, distintos trabajos de E. Chiosi, por ejemplo, Lo spirito del secolo. Politica e religione a Napoli nell´età dell´Illuminismo, Napoli, Giannini, 1992, pp. 45-78; Id., “Massoneria e politica”, en A. M. Rao (ed.), Napoli 1799 fra storia e storiografia, Napoli, Vivarium, 2002, pp. 217-237.
[104] J. A. Maravall, "Las tendencias de reforma política en el siglo XVIII español", Revista de Occidente, n. s., LII, 1967, pp. 53-82. Respecto a las posiciones más expresamente constitucionales, puede verse J. M. Portillo, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en España, 1780-1812, Madrid, Centro de estudios políticos y constitucionales, 2000.
[105] Reflexiones sobre la libertad del comercio de frutos del Señor Cayetano Filangieri, Caballero del Orden de S. Juan, Madrid, Joaquín Ibarra, 1784. Su análisis pormenorizado figura en J. Astigarraga, "Victorián" cit.
[106] Usoz, Pensamiento cit., pp. 264-314.
[107] Ciencia de la Legislación. Escrita en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri. Traducida al castellano por Don Jaime Rubio, Abogado de los Reales Consejos, Madrid, Manuel González, VI voll. en V tt., 1787-1789. Para esas fechas, ya se conocían también sus ideas jurídicas. En 1787 había visto la luz una traducción de las Riflessioni politiche (1774), el opúsculo en el que Filangieri salía en defensa de la ley napolitana de septiembre de 1774 acerca de la conveniencia de que los jueces motivaran sus sentencias de forma escrita y conforme a una interpretación ajustada a las leyes vigentes: cfr. R. Ajello, "Il tempo storico delle Riflessioni", en G. Filangieri, Riflessioni politiche su l´ultima legge del Sovrano, che riguarda la riforma dell´amministrazione della Giustizia del Cavalier Gaetano Filangieri, Napoli, Bibliopolis, 1982.
[108] Esas omisiones se concentraban en los capítulos XIX, XX, XXI y XXII del volumen II de la Scienza.
[109] F. de P. del Rey, Reflexiones económico-políticas de Don Francisco de Paula del Rey, Abogado de los Reales Tribunales de Castilla y de Navarra, sobre los capítulos VII y XXXVIII del Libro II de la obra intitulada Ciencia de la Legislación, escrita en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri, y traducida al castellano por Don Jaime Rubio, Madrid, Benito Cano, 1792.
[110] Ibid., pp. 193-218.
[111] Ibid., “Reflexión” II. Un estudio más profundo de este texto, que estamos desarrollando, pondrá de relieve la enorme sintonía de su contenido económico y político con el de la reacción proveniente de la tradición teológico-política católica que suscitó en España el triunfo de la Revolución francesa. Vid. J. M. Portillo, Revolución de nación cit., pp. 83-121.
[112] Y todo ello más aún cuando Filangieri y su obra habían tenido un influjo fundamental en el Progetto di costituzione della Repubblica napoletana (1799) de su discípulo F. M. Pagano, concebido en el marco del Triennio rivoluzionario (1796-1799) y primer logro del movimiento constitucionalista en el Regno. Una visión muy completa y actualizada de este período en A. M. Rao, Napoli cit.
[113] Ciencia de la Legislación. Escrita en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri, Madrid, Imprentas de Ibarra, Fuentenebro y Alvárez, X voll., 1813.
[114] Llevaban como título, respectivamente: Ciencia de la Legislación. Obra escrita en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri. Nuevamente traducida por Don Juan Ribera, Madrid, Fermín Villalpando, VI voll., 1821-1822; Ciencia de la Legislación, por el Caballero Cayetano Filangieri, nuevamente traducida por Don Juan Ribera. Segunda edición, revisada y corregida, Burdeos, Imprenta de Don Pedro Beaume, VI voll., 1823.
[115] Ciencia de la Legislación escrita en italiano por el Caballero Cayetano Filangieri, y traducida al castellano por Don Jaime Rubio, abogado de los Reales Consejos. Tercera edición corregida y añadida con discursos analíticos en cada libro, Madrid, Imprenta de Núñez, X voll., 1822.
[116] Ciencia de la Legislación, por C. Filangieri, ilustrada con comentarios por Benjamin Constant. Tercera edición, revisada, corregida y aumentada, París, Librería española de Lecointe, Librería Americana, X voll., 1836.
[117] Bernardo Latorre (o La Torre), Compendio de la obra que escribió el Caballero Filangieri, titulada Ciencia de la Legislación, con notas de los autores más clásicos, redactado en el año 1834, Madrid, Imprenta de I. Boix, 1839.
[118] Ibid., pp. 62-63 y 65.
[119] Hay que tener presente que esta notable fortuna también propició la divulgación de la Scienza en las colonias hispanoamericanas, pues parece probado que la metrópoli desempeñó un papel de intermediario en la difusión de las ideas ilustradas en el continente americano, donde, como confirman los casos mejor estudiados, como el de Río de la Plata, Filangieri "acabó por convertirse en el transcurso del proceso pre y post-revolucionario en uno de los tres o cuatro autores de mayor peso entre los criollos", superando después de 1810 en su fama a Galiani y Genovesi. Cfr. J. C. Chiaramonte, “Gli illuministi napoletani nel Río de la Plata”, Rivista storica italiana, LXXVI, 1, 1964, pp. 114-132.
[120] Aludimos a una escrito muy crítico con Filangieri del religioso de orientación ‘jansenista’ Félix Amat: "Una prueba de que la Ciencia de la Legislación del Caballero Filangieri debe leerse con desconfianza en lo que cita de antiguo y en lo que piensa de nuevo" [1787], en Apéndice a la vida del Ilmo. Sr. D. Félix Amat, Madrid, Imprenta que fue de Fuentenebro, 1838, pp. 46-59.
[121] "Nota introduttiva" cit, p. lv.
[122] P. Cordey, “Benjamin Constant, Gaetano Filangieri et la Science de la législation”, Revue européenne des sciences sociales, XVIII, 1980, pp. 55-79; G. Galasso, La filosofia in soccorso de’ governi. La cultura napoletana del Settecento, Napoli, Guida, 1989, pp. 453 y ss.
[123] J. Pradells, "Italianos en la España del Siglo XVIII", en E. Giménez, M. A. Lozano, J. A. Ríos (eds), Españoles en Italia e italianos en España, Alicante, Universidad, 1996, pp. 69-72. Aquí se discute el lugar común acerca de la supuesta ‘italianización’ de la política española de Carlos III.
[124] Tal y como se sostiene en J. Astigarraga, "The Light and Shade of Italian Economic Thought in Spain (1750-1850), en P. F. Asso (ed.), From Economists to Economists. The International Spread of Italian Economic Thought, 1750-1950, Firenze, Polistampa, 2001, pp. 227-253. La idea es, por tanto, que en la España de la Ilustración no quedó reflejada en su plenitud la gran riqueza de la literatura económica italiana del siglo XVIII.
[125] "Economisti" cit, p. 250.
[126] Pueden verse, por ejemplo, sus recientes trabajos, “Forbonnais e Plumard" cit., y “Sisternes entre los georgofili de Florencia”, Annali dell´Istituto Universitario Orientale, XLII, 2, 2001, pp. 473-486.
[127] Más aún teniendo presentes las enormes dificultades que estaba afrontando la cultura política constitucional en la España de finales del siglo XVIII. Vid. J. M. Portillo, Revolución de nación, cit.
[128] Cfr. "The Enlightenment above national context: Political Economy in Eighteenth-century Scotland and Naples", The Historical Journal, XL, 1997, pp. 667-697.
[129] V. Ferrone y D. Roche, L´Illuminismo nella cultura contemporanea: storia e storiografia, Roma-Bari, Laterza, 2002, pp. 110 y ss.
[130] Respecto a estas cuestiones, nos remitimos a los sugerentes planteamientos de J. Robertson, "The Enlightenment" cit.; "The Scottish Enlightenment", Rivista storica italiana, CVIII, 1996, pp. 728-829.
[131] G. Galasso, Alla periferia dell´impero, Torino, Einaudi, 1994; trad. esp. En la periferia del imperio, Barcelona, Península, 2000, pp. 11-12.